Gaceta Crítica

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La socialización del capital y el desarrollo de las fuerzas productivas

Ollin Vázquez (CEMEEES -México-), 13 de Diciembre de 2025

Recientemente, empresas líderes del mercado de IA de Estados Unidos, urgieron al gobierno a que invirtiera fuertes sumas de dinero en infraestructura e investigación. Varios medios de comunicación documentaron que la empresa OpenAI envió una carta a la Oficina de Política Científica y Tecnológica de la Casa Blanca, donde solicitaba que las subvenciones y préstamos que se habían aprobado para los fabricantes de semiconductores también abarcaran a los desarrolladores de IA. En palabras de Sam Altman: “reducirá el costo efectivo del capital, reducirá el riesgo de las inversiones tempranas […]”. Todo esto, en un contexto de aumentos importantes de sus inversiones; algunos comentaristas han cuestionado la capacidad de la empresa para absorber los costos de esta tecnología y su búsqueda de mayores fuentes de financiamiento, pues creen que no podrán recuperar la inversión (AFP, 2025; Cadena 3, 2025). Esta preocupación no es únicamente por las actividades de esta empresa, sino también por las de AnthropicxAI y Scale AI. El Banco de Inglaterra, el Fondo Monetario Internacional y Jamie Dimon, director de JP Morgan, hablan de una posible burbuja de IA. Se cree que hay una «burbuja de la IA» porque OpenAI, la empresa detrás de ChatGPT, está haciendo acuerdos financieros muy grandes y complejos, que preocupan a los expertos. En particular, OpenAI está haciendo tratos de cientos de miles de millones de dólares con las empresas más grandes del sector (como Nvidia, Microsoft, Oracle y AMD) y se sospecha que es “dinero circular”. Por ejemplo, un proveedor como Nvidia invierte en OpenAI para que esta misma compañía le compre más de sus chips, lo que crea una demanda artificial. Se dice que, si bien los ingresos de OpenAI están creciendo muy rápido, la empresa no ha generado beneficios (visibles); está gastando mucho en infraestructura (como centros de datos y chips) sin haber demostrado aún que el negocio es rentable a largo plazo. En resumidas cuentas, las empresas desarrolladoras de IA están buscando financiamiento para crear infraestructura masiva, expandir la investigación de IA de frontera, el desarrollo de semiconductores y aumentar su competitividad.

Este fenómeno ha hecho más evidente la contradicción que existe entre el desarrollo de las fuerzas productivas y la forma privada de propiedad del capital. En este documento trataré de evidenciar, en primer lugar, que el capitalismo tiene dinámicas que obligan a los capitales individuales a acrecentar cada vez más sus niveles de inversión. En segundo lugar, explicaré cómo los capitales individuales tienen que asociarse para reunir los montos de inversión, lo que significa un paso más hacia la socialización del capital, dentro del marco capitalista. En tercer lugar, expondré la contradicción engendrada en este fenómeno, a saber, el freno de las fuerzas productivas —por la interacción entre el capital productivo y el capital financiero y el surgimiento de burbujas especulativas—.

Mayores inversiones en el capitalismo

En el capitalismo, para echar a andar el proceso productivo y, dentro de él, el proceso de valorización se requiere de una cantidad determinada de capital en forma de dinero. Con ese dinero contante y sonante, se compra medios de trabajo, materias primas y se contratan trabajadores; aunque con el desarrollo del capitalismo y de las formas del dinero, se puede desplazar en el tiempo el momento del pago, poniendo una promesa de pago que se retribuye en dinero a futuro. Por ejemplo, las empresas proveedoras pueden obtener el pago por adelantado de las futuras ventas de los insumos a otra empresa. El monto de capital dinerario que pueda reunir el capitalista individual es lo que va a determinar la escala de la producción de ese capital; entre mayor sea, mayores posibilidades tendrá de financiar una escala de producción más grande. Adicionalmente, en el capitalismo existen mecanismos que hacen necesario que la masa de capital sea cada vez más grande.

En primer lugar, la competencia en el capitalismo obliga a que los capitales individuales busquen alternativas para disminuir costos. Una de estas formas es invirtiendo más capital inicial para crear nuevas máquinas más eficientes. Otra forma es ampliando la escala de la producción, lo que implica desembolsar más capital para producir masivamente y disminuir los costos por unidad producida. Un ejemplo claro de esto es Tesla, quien hace una década enfrentaba el problema de que las baterías de litio para sus coches eran extremadamente caras, lo que elevaba sus costos y se veía reflejado en altos precios, limitando su cuota de mercado. Para resolver este problema, Tesla hizo una inversión muy grande, de miles de millones de dólares, para crear una fábrica de baterías de litio (Gigafactory) que produjera con economías de escala y procesos automatizados, pudiendo así reducir los costos de las baterías hasta un 35%[1]; el “Plan Maestro 3” propuesto en 2023 por Tesla era reducir los costos de sus coches hasta un 50% con la gigafábrica. Panasonic, que era la empresa que le surtía baterías, unió capitales con Tesla para crear la Gigafactory de Nevada, y juntos producían, según algunos medios de comunicación, 13 millones de celdas de batería al día en 2020. Luego, Tesla ocupaba estas celdas para ensamblar sus propios paquetes de baterías para sus coches.

En segundo lugar, la misma dinámica continua de la concentración y centralización del capital exige que los capitales individuales amplíen la escala de la producción, por lo que se requiere de niveles de capital invertido cada vez mayores. Evidentemente que los niveles de capital que las empresas invertían hace 50 años no se comparan con lo que invierten hoy en día. De hecho, esta es una verdadera barrera a la entrada a los mercados, puesto que fundar una fábrica con costos unitarios similares a los de estas empresas oligopólicas para ser rentable desde el principio requiere de tener altos niveles de capital inicial para invertir.

Es evidente que también existen mecanismos que pueden contrarrestar la tendencia al aumento del capital inicial, por ejemplo, la innovación de alguna empresa puede abaratar una tecnología que antes era muy costosa. Por ejemplo, las empresas de la IA pagan a Google por el uso de sus servicios de nube, y así ya no tienen que invertir para producir esos servicios. También, es verdad que esto no necesariamente ocurre en todas las ramas de la producción, por ejemplo, puede que ocurra más en industrias como la automotriz, chips, farmacéutica o aeronáutica, y no en la industria textil y en sectores que usan activos intangibles, como software. Sin embargo, estas contratendencias no reducen a cero la posibilidad de que hay varios casos, si no es que la mayoría, donde la masa de capital individual inicial requiere de irse incrementando continuamente conforme se desarrolla el capitalismo.

La asociación entre capitalistas

La necesidad de aumentar continuamente la masa de capital invertido hace que el capital requerido para competir en la mayoría de las ramas de la industria supere con creces la capacidad financiera de un individuo o incluso de una familia capitalista tradicional. El sistema ha respondido a esta necesidad socializando la forma de reunir y administrar el capital —aunque no es la única forma en que se ha resuelto el problema, por ejemplo, también está el crédito—. Esto representa una socialización del capital, es decir, que conforman una bolsa de capital inicial los recursos de varios capitalistas, dentro del marco capitalista.

Una primera forma es la existencia de las Sociedades por Acciones (corporaciones), que permiten reunir el capital de miles de propietarios (accionistas) en una sola entidad productiva; así, la sociedad anónima se convierte en el sujeto económico, no el capitalista individual. Marx dijo respecto a las sociedades por acciones:

El capital, que descansa de por sí sobre un régimen social de producción y presupone una concentración social de medios de producción y fuerzas de trabajo, adquiere así directamente la forma de capital de la sociedad (capital de individuos directamente asociados) por oposición al capital privado, y sus empresas aparecen como empresas sociales por oposición a las empresas privadas. Es la supresión del capital como propiedad privada dentro de los límites del mismo régimen capitalista de producción (Marx, 1980, pág. 367)

Más adelante, refiriéndose al crédito, Marx hace la siguiente acotación respecto a las sociedades por acciones:

[El sistema de las acciones] representa una abolición de la industria privada capitalista a base del propio régimen capitalista y que va destruyendo la industria privada a medida que se extiende y se asimila nuevas ramas de producción ­ (Marx, 1980, pág. 369)

Una segunda solución fue el surgimiento del sistema financiero. Por un lado, los bancos reúnen el ahorro de la sociedad (depósitos) y lo canalizan hacia el crédito para las empresas; por otro, los mercados de valores permiten la compraventa de participaciones (acciones y bonos), movilizando capital a una escala social. Además, también existen los fondos de inversión y pensiones, que agrupan el ahorro de pequeños inversionistas para crear paquetes de capital gigantescos que se invierten en las grandes corporaciones.

En el capítulo XXVII del Tomo III de El Capital, Marx explica que las empresas constituidas con capital accionario son muy similares a las fábricas cooperativas manejadas por los obreros, en el sentido de que la fábrica es dirigida por obreros (directos e indirectos), puesto que hay una separación entre la propiedad del capital y el control de la empresa. Los verdaderos dueños del capital (accionistas) están alejados de la gestión diaria, que queda en manos de gerentes (trabajadores de cuello blanco). Esta forma de conformación de la masa de capital para iniciar o continuar el proceso de valorización también es socialización del capital:

El sistema de las acciones entraña ya la antítesis de la forma tradicional en que los medios sociales de producción aparecen como propiedad individual; pero, al revestir la forma de la acción, siguen encuadrados dentro del marco capitalista, por consiguiente, este sistema, en vez de superar el antagonismo entre el carácter de la riqueza como riqueza social y como riqueza privada, se limita a imprimirle una nueva forma. […] Las empresas capitalistas por acciones deben ser consideradas, al igual que las fábricas cooperativas, como formas de transición entre el régimen capitalista de producción y el de producción asociada; la única diferencia es que en un caso el antagonismo aparece abolido negativamente, mientras que en el otro caso aparece abolido en sentido positivo. (Marx, 1980, págs. 370-371)

Sin embargo, existen los casos en que se requiere de una gran cantidad de masa de capital invertido, pero los riesgos son muy altos, que es el Estado el que tiene que intervenir, generando una socialización forzada del riesgo y, además, es también una forma de capital colectivo. Como dijimos líneas arriba, la barrera a la entrada en sectores estratégicos es tan alta que ni siquiera los grandes consorcios pueden o quieren asumir los riesgos solos en la fase inicial de inversión en I+D. Hay ocasiones en que la investigación básica y el desarrollo de tecnologías fundamentales son extremadamente inciertos y pueden pasar décadas sin que hayan creado un producto comercial. Además, en la etapa imperialista en que actualmente vivimos, la competencia involucra a los gobiernos de los países y los obliga a asegurar su supremacía tecnológica y militar.

Un claro ejemplo de cómo las primeras inversiones fueron estatales y luego, cuando mostraron ser rentables, se privatizaron es el sofosbuvir, medicamento que se emplea para tratar la Hepatitis C. En un primer momento, el Estado financió la investigación en varias universidades de Estados Unidos a través de subvenciones a los Institutos Nacionales de Salud (NIH por sus siglas en inglés). De acuerdo con los hallazgos en el artículo Public funding for transformative drugs: the case of sofosbuvir, la inversión pública empleada a través de los NIH para desarrollar el sofosbuvir se estima en 60.9 millones de dólares. En 2007, en el laboratorio Pharmasset se creó el sofosbuvir y se llevaron a cabo las primeras fases de desarrollo y pruebas en humanos. Para 2011, Gilead Sciences compró Pharmasset y, después de finalizar el desarrollo del medicamento (Sovaldi), patentó el medicamento. Hubo varias protestas en distintos países porque los precios de este medicamento, que era el más eficiente y efectivo para curar la Hepatitis C, eran muy elevados. Si bien el medicamento, convertido en mercancía, sirvió para fines privados como cualquier otra mercancía, su desarrollo y creación están fundados en inversiones públicas, hechas por el Estado.

Otro ejemplo son las subvenciones, préstamos y todo el plan que se está llevando a cabo por parte del Estado Norteamericano para apoyar al sector de los semiconductores. También las empresas del sector de la IA buscan desarrollo de infraestructura del gobierno y préstamos para poder hacerle frente a las grandes inversiones que se requieren para desarrollar la IA.

Evidentemente que este problema se resolvería cambiando la propiedad privada del capital a propiedad colectiva, pues así la sociedad podría decidir en qué ramas de la producción emplear los recursos, qué productos producir, qué tecnologías desarrollar (aunque sean costosas), etc. Pero esto implicaría un cambio totalmente de la sociedad, sería sustituir el modo de producción capitalista. Las empresas occidentales se están viendo en jaque porque el modelo de sociedad chino y las empresas de capital chino no responden completamente a la regla de búsqueda de la máxima ganancia y completa anarquía en la forma de invertir el capital. Por ejemplo, en China la Bolsa de Valores no es fundamental en el financiamiento de los capitales individuales porque el Estado es casi el único ente que puede prestar dinero, donde lo más importante no es obtener una renta. Además, la investigación de las universidades está muy relacionada con la actividad empresarial, lo que facilita el desarrollo de tecnología de punta. Si bien en China existe la propiedad privada del capital, hay más flexibilidad en el accionar del Estado, los Bancos y los centros de desarrollo tecnológico, que son fruto de una sociedad que se encamina al socialismo.

Freno de las fuerzas productivas

Lo que está ocurriendo hoy en el sector de la IA ha hecho más evidente la contradicción que existe entre el desarrollo de las fuerzas productivas y los avances tecnológicos y la forma privada de propiedad del capital. Antes de continuar convendría explicar que la simple existencia de la forma privada de propiedad del capital frena el desarrollo de las fuerzas productivas porque quien decide qué tecnologías desarrollar y qué productos nuevos crear son los dueños del capital individual, que basan sus decisiones en la cantidad de ganancia que desean obtener. No se desarrollan productos que no son rentables: por ejemplo, no se hace investigación para curar las llamadas Enfermedades Tropicales Desatendidas (ETD) —como el paludismo (malaria), el cólera o la tuberculosis— porque afectan principalmente a comunidades de países subdesarrollados, que no representan un mercado viable para las grandes farmacéuticas. Tampoco se desarrollan medios de producción que son menos dañinos para el medio ambiente o que son más amigables con la salud del ser humano, porque no son viables económicamente para las ganancias de los capitales individuales.

Ahora bien, las formas de socialización del capital, como las sociedades por acciones y el sistema financiero, contribuyen a superar la principal barrera del capitalista individual: la falta de capital inicial. Sin embargo, esta solución no elimina el freno al desarrollo de las fuerzas productivas, sino que lo transforma. Las nuevas contradicciones que genera —como la creciente dominación del capital financiero especulativo sobre el productivo y el surgimiento de burbujas especulativas— se convierten en nuevos obstáculos que continúan impidiendo el pleno desarrollo de las fuerzas productivas.

Conforme se desarrolla el capitalismo y surgen nuevas formas de apropiación de la plusvalía, como el sector financiero, la meta última deja de ser la producción de bienes y servicios para valorizar de esa forma el capital, para convertirse en la maximización de los dividendos de los accionistas a corto plazo. El sector financiero tiene la capacidad de dominar al sector productivo a través de la venta de las acciones que posee de la empresa en cuestión; si una empresa no genera los rendimientos esperados, los accionistas venden sus acciones y el precio se hunde, dejando vulnerable a la empresa para que cualquier inversionista adquiera esas acciones. Además, puede ocurrir que las empresas se endeuden para expandirse o, irónicamente, para recomprar sus propias acciones e inflar su precio. Los acreedores (bancos, fondos de inversión) imponen condiciones estrictas (pagos de intereses, ratios de endeudamiento) que la empresa debe cumplir, recortando gastos si es necesario, mismo que se puede hacer en la mejora de las técnicas de producción. También existen los accionistas activistas, que exigen la implementación de ciertas medidas en la empresa para “liberar valor” inmediato —que significa que incremente el precio de las acciones y la rentabilidad para los inversores—, que pueden incluir despidos, venta de activos y recompra de acciones, incluso si eso significa desmantelar la capacidad productiva a largo plazo.

La presión financiera constante obliga a las empresas a tomar decisiones que las debilitan estructuralmente. Por ejemplo, se recorta el gasto en I+D y en el mantenimiento de la infraestructura productiva, puesto que son gastos que no dan ganancias inmediatas; los flujos de caja se usan principalmente para pagar dividendos y deudas, en lugar de reinvertirse en modernizar la planta productiva, etc. Así, las empresas productivas se vuelven más vulnerables a las crisis, los cambios tecnológicos o sus competidores.

Para el caso de las burbujas especulativas, lo que está ocurriendo con la IA es un claro ejemplo. La necesidad de capital masivo para costear infraestructura lleva a las empresas como OpenAI a buscar financiamiento bajo una promesa de beneficios a futuro, no de rentabilidad presente. Esto atrae una lluvia de inversiones que infla su valor de forma artificial y crea un «efecto cola», donde proveedores, fondos de capital de riesgo y competidores directos se ven arrastrados por la misma lógica, sobrevalorando sus activos en una cadena de expectativas. Sin embargo, se está creando una burbuja especulativa porque todavía no hay un producto creado, ni una demanda rentable. El financiamiento es precisamente para investigar otros usos prácticos de la IA y desarrollar investigación para ser más competitivos.

Conclusión

En conclusión, la dinámica capitalista genera una contradicción que se hace cada vez más insalvable entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción basadas en la propiedad privada. Como se mostró líneas arriba, la competencia obliga a los capitalistas a aumentar continuamente la escala de producción y a realizar inversiones cada vez mayores en tecnología, lo que eleva constantemente la masa de capital inicial requerida. Esta necesidad conduce, inevitablemente, a la socialización del capital mediante sociedades anónimas y el sistema financiero, que representan formas de socialización del capital, donde se suprime la propiedad privada en el funcionamiento de éste, dentro de los límites del mismo régimen capitalista, como señaló Marx.

Sin embargo, lejos de resolver las contradicciones del sistema, esta socialización genera nuevas formas de frenar el desarrollo de las fuerzas productivas. Por un lado, la dominación del capital financiero impone una lógica de rentabilidad a corto plazo que debilita la inversión productiva de largo alcance. Por otro lado, como evidencia el caso de la IA, se crean burbujas especulativas donde la financiación circular y las expectativas infladas sustituyen la demanda real.

Esta contradicción se manifiesta con mayor intensidad cuando el Estado, actuando como capitalista colectivo, socializa los riesgos de la investigación —como en el caso del sofosbuvir o los semiconductores— para que el capital privado pueda posteriormente apropiarse de los beneficios. Además, esto se hace más evidente cuando se compara con el caso de China, cuyo capital (en muchos ámbitos) responde a una lógica distinta que los intereses particulares de sus dueños individuales. Esta dinámica revela que las fuerzas productivas han alcanzado un nivel de desarrollo donde requieren una planificación social consciente, pero chocan con el corsé de la propiedad privada del capital. El fenómeno actual de la IA no es más que una manifestación de estas contradicciones y muestra la necesidad objetiva de cambiar el modo de producción capitalista por una forma de producción donde la sociedad pueda dirigir conscientemente el desarrollo tecnológico en beneficio colectivo.


Ollin Vázquez es maestra en Economía por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

NOTAS

[1] https://elperiodicodelaenergia.com/tesla-obra-el-milagro-con-la-gigafactoria-reduce-el-coste-de-las-baterias-en-un-35-hasta-los-125-dolares-kwh/

Bibliografía

AFP. (5 de Noviembre de 2025). OpenAI busca respaldo del gobierno de EU para impulsar sus inversiones en inteligencia Artificial. El Economista.

Cadena 3. (7 de Noviembre de 2025). El CEO de OpenAI insta a gobiernos a invertir en infraestructura de IA. Cadena 3.

Marx, C. (1980). Capítulo XXVII. En C. Marx, El Capital, Tomo III (pág. 367). Archivo Chile.

Una respuesta a “La socialización del capital y el desarrollo de las fuerzas productivas”

  1. Avatar de Criticonomia

    Muy de acuerdo con el planteamiento. Muy necesario hacer planteamientos como este en más ámbitos. lo que me da pie a pensar en las condiciones subjetivas que hagan posible la superación del capitalismo, o cómo influye esta manifestación de la necesidad objetiva de superarlo en generar las condiciones subjetivas (organizacion, lucha) para dicha superación.

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