Dolores Redondo (Mundo Obrero), 13 de Diciembre de 2025
Pasolini dejó retratado el carácter violento, perverso y depravado del fascismo en su última película, «Saló o los 120 días de Sodoma», estrenada tras su brutal asesinato.

l’Unità, órgano del Partido Comunista Italiano,
denunciando en su edición del domingo 28 septiembre 1975 los crímenes del régimen franquista
Han transcurrido cincuenta años desde aquel 27 de septiembre de 1975 en que la dictadura franquista materializaba las últimas penas de muerte del régimen fusilando, pese a las masivas protestas internacionales, a los militantes del FRAP José Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo y Ramón García Sanz, y a los miembros de ETA Juan Paredes Manot «Txiki» y Ángel Otaegui. En toda Europa se produjeron movilizaciones que en algunos casos desembocaron en asaltos a las embajadas españolas, incluyendo el incendio de la sede diplomática de Lisboa. Un apoyo que también se produjo en el ámbito institucional, con la petición expresa de indulto por parte de la ONU, de los gobiernos de la Comunidad Económica Europea (CEE) y el Vaticano.
En Italia, las movilizaciones contra las sentencias de muerte fueron multitudinarias, demostrando una vez más el compromiso antifascista y la solidaridad internacionalista de la clase obrera italiana. Los trabajadores de telecomunicaciones decidieron bloquear los contactos telefónicos y telegráficos con España durante tres días. Los estibadores de Génova decidieron un boicot de siete días a los barcos españoles. En Turín, los trabajos en las obras se retrasaron media hora para exigir que los condenados a muerte fuesen rescatados del verdugo. En Livorno se realizó un paro de diez minutos en todos los centros de trabajo.
En Italia, el movimiento obrero inundó las calles de Roma en una manifestación unitaria contra las sentencias de muerte. Los trabajadores bloquearon telecomunicaciones, boicotearon barcos y aviones españoles e hicieron paros laborales
El movimiento obrero inundó las calles de Roma el día 24 de septiembre con una gigantesca manifestación unitaria convocada por el Comité Coordinador para la Defensa del Orden Democrático. Las fábricas, barrios y comités de empresa de la ciudad mostraron su apoyo a través de decenas de pancartas. Encabezaban la marcha una larga bandera tricolor de la República española y los retratos ampliados de cinco de los jóvenes condenados a muerte.
Finalizada la manifestación comenzaron las intervenciones de representantes sindicales, políticos y sociales. El enorme gentío celebró con vítores el anuncio del boicot a todos los vuelos con destino a España desde el aeropuerto de Fiumicino. «No pedimos clemencia, queremos justicia», clamó Carlos Elvira en nombre de CC.OO., provocando una larga ovación. El dirigente del PCE vivió en sus carnes la represión, pasando veintidós años de su vida en las cárceles franquistas. También participaron en la protesta excombatientes de las Brigadas Internacionales en España, miembros de las asociaciones partisanas y numerosos representantes del mundo de la cultura, como el poeta Rafael Alberti y el artista José Ortega.
Uno de los oradores intervinientes desde el escenario de la Piazza di Spagna fue el intelectual comunista Pier Paolo Pasolini, activo defensor de la causa republicana española. El compromiso antifascista de Pasolini le convirtió durante años en objetivo de las organizaciones de extrema derecha, tanto en Italia como en el extranjero, y muy pronto se convertiría en otra de sus víctimas. El 2 de noviembre, tan solo unos días después de su participación en las movilizaciones de solidaridad, caería brutalmente asesinado en un descampado de Ostia (Roma) en un crimen planificado que, pese a la versión oficial, tuvo claras connotaciones políticas. El polifacético director dejó retratado el carácter violento, perverso y depravado del fascismo en su última película, Saló o los 120 días de Sodoma, estrenada tras su muerte. Un polémico filme que sufrió prohibiciones, censura y persecuciones judiciales.
Cuando el gobierno franquista amplió su larga lista de crímenes con los fusilamientos del 27 de septiembre, el diario L’Unità, órgano del PCI, encabezó su portada con un titular claro y rotundo: “Fascismo infame”. Las movilizaciones se intensificaron y estalló la tensión acumulada. En Roma, una nueva manifestación reunió a 150.000 personas y varios autobuses turísticos con matrícula española fueron incendiados cerca de la estación Termini.
El último dictador fascista de Europa moriría en su cama el 20 de noviembre. Pero la esperada ruptura democrática perdió el pulso con el proceso de reforma impulsado desde el otro lado del Atlántico. Era preciso que todo cambiase para que todo continuase igual. Los que dirigieron el cotarro se acostaron franquistas y se despertaron demócratas. Fueron ellos quienes escribieron la historia oficial mientras las víctimas siguen reclamando justicia medio siglo después. Ese es uno de los motivos por los cuales, parafraseando a Pasolini, el nuevo fascismo es un fenómeno cultural que ha entrado de lleno en la mente y en la cultura de buena parte de los españoles.
—Y digo yo… ¿aquí no haría falta una Revolución?
—Y luego, ¿por qué me lo preguntas?
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