Gaceta Crítica

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Historia viva: Declaración de Ernesto Che Guevara ante la Asamblea General de las Naciones Unidas el 11 de diciembre de 1964

The Delphi Iniciative (Grecia), 13/12/2025

Señor Presidente;
Distinguidos delegados:

La delegación de Cuba ante esta Asamblea, en primer lugar, se complace en cumplir con el honroso deber de dar la bienvenida a tres nuevas naciones que se suman al importante número de quienes debaten aquí los problemas del mundo. Por ello, saludamos, en la persona de sus presidentes y primeros ministros, a los pueblos de Zambia, Malawi y Malta, y expresamos la esperanza de que desde el principio estos países se sumen al grupo de países no alineados que luchan contra el imperialismo, el colonialismo y el neocolonialismo.

También deseamos expresar nuestra felicitación al presidente de esta Asamblea [Alex Quaison-Sackey de Ghana], cuyo ascenso a tan alto cargo reviste especial importancia, pues refleja esta nueva etapa histórica de rotundos triunfos para los pueblos de África, hasta hace poco sometidos al sistema colonial del imperialismo. Hoy, la inmensa mayoría de estos pueblos se han convertido en estados soberanos mediante el legítimo ejercicio de su autodeterminación. Ha llegado la hora final del colonialismo, y millones de habitantes de África, Asia y América Latina se alzan para afrontar una nueva vida y reclaman su derecho irrestricto a la autodeterminación y al desarrollo independiente de sus naciones.
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Le deseamos, señor Presidente, el mayor éxito en las tareas que le han confiado los Estados miembros.

Cuba viene aquí a exponer su posición sobre los más importantes puntos de la controversia y lo hará con todo el sentido de responsabilidad que implica el uso de esta tribuna, cumpliendo al mismo tiempo con el ineludible deber de hablar con claridad y franqueza.

Quisiéramos ver a esta Asamblea salir de la complacencia y avanzar. Quisiéramos ver a los comités comenzar su trabajo y no detenerse en la primera confrontación. El imperialismo pretende convertir esta reunión en un torneo de oratoria inútil, en lugar de resolver los graves problemas del mundo. Debemos impedirlo. Esta sesión de la Asamblea no debe ser recordada en el futuro solo por el número 19 que la identifica. Nuestros esfuerzos están encaminados a ese fin.

Creemos que tenemos el derecho y la obligación de hacerlo, porque nuestro país es uno de los puntos de fricción más constantes. Es uno de los lugares donde los principios que sustentan el derecho de los países pequeños a la soberanía se ponen a prueba día a día, minuto a minuto. Al mismo tiempo, nuestro país es una de las trincheras de la libertad en el mundo, a pocos pasos del imperialismo estadounidense, demostrando con sus acciones, con su ejemplo diario, que en las actuales condiciones de la humanidad los pueblos pueden liberarse y mantenerse libres.

Claro que ahora existe un campo socialista que se fortalece día a día y cuenta con armas de lucha más poderosas. Pero se requieren condiciones adicionales para sobrevivir: el mantenimiento de la unidad interna, la fe en el propio destino y la decisión irrevocable de luchar hasta la muerte por la defensa de la patria y la revolución. Estas condiciones, distinguidos delegados, existen en Cuba.

De todos los problemas candentes que debe abordar esta Asamblea, uno de especial importancia para nosotros, y cuya solución consideramos prioritaria —para que nadie tenga dudas—, es el de la coexistencia pacífica entre Estados con diferentes sistemas económicos y sociales. Se han logrado grandes avances en el mundo en este ámbito. Pero el imperialismo, en particular el estadounidense, ha intentado hacer creer al mundo que la coexistencia pacífica es un derecho exclusivo de las grandes potencias del planeta. Repetimos aquí lo que nuestro presidente dijo en El Cairo y lo que posteriormente se expresó en la declaración de la Segunda Conferencia de Jefes de Estado o de Gobierno de los Países No Alineados: que la coexistencia pacífica no puede limitarse a los países poderosos si queremos garantizar la paz mundial. La coexistencia pacífica debe ejercerse entre todos los Estados, independientemente de su tamaño, de las relaciones históricas previas que los vinculen y de los problemas que puedan surgir entre algunos de ellos en un momento dado.

En la actualidad, la coexistencia pacífica a la que aspiramos se ve a menudo violada. Simplemente porque el Reino de Camboya mantuvo una actitud neutral y no se doblegó ante las maquinaciones del imperialismo estadounidense, ha sido objeto de todo tipo de ataques traicioneros y brutales desde las bases yanquis en Vietnam del Sur.

Laos, un país dividido, también ha sido objeto de agresiones imperialistas de todo tipo. Su pueblo ha sido masacrado desde el aire. Se han violado las convenciones de Ginebra, y parte de su territorio está en constante peligro de cobardes ataques por parte de las fuerzas imperialistas.

La República Democrática de Vietnam conoce todas estas historias de agresión como pocas naciones en el mundo. Ha visto una vez más cómo sus fronteras han sido violadas, cómo bombarderos y cazas enemigos han atacado sus instalaciones, y cómo buques de guerra estadounidenses, violando sus aguas territoriales, han atacado sus puestos navales. En este momento, la amenaza se cierne sobre la República Democrática de Vietnam: los belicistas estadounidenses podrían extender abiertamente a su territorio la guerra que durante muchos años han librado contra el pueblo de Vietnam del Sur. La Unión Soviética y la República Popular China han lanzado serias advertencias a Estados Unidos. Nos encontramos ante un caso en el que la paz mundial está en peligro y, además, la vida de millones de seres humanos en esta parte de Asia se ve constantemente amenazada y sujeta a los caprichos del invasor estadounidense.

La coexistencia pacífica también se ha visto brutalmente puesta a prueba en Chipre, debido a las presiones del Gobierno turco y de la OTAN, obligando al pueblo y al Gobierno de Chipre a adoptar una postura heroica y firme en defensa de su soberanía.

En todas estas partes del mundo, el imperialismo intenta imponer su versión de lo que debería ser la coexistencia. Son los pueblos oprimidos, en alianza con el campo socialista, quienes deben mostrarles lo que es la verdadera coexistencia, y es obligación de las Naciones Unidas apoyarlos.

Debemos también afirmar que el concepto de coexistencia pacífica no solo debe definirse con precisión en las relaciones entre Estados soberanos. Como marxistas, hemos sostenido que la coexistencia pacífica entre naciones no abarca la coexistencia entre explotadores y explotados, entre opresores y oprimidos. Además, el derecho a la plena independencia de toda forma de opresión colonial es un principio fundamental de esta organización. Por ello, expresamos nuestra solidaridad con los pueblos coloniales de la llamada Guinea Portuguesa, Angola y Mozambique, masacrados por el delito de exigir su libertad. Y estamos dispuestos a ayudarlos en la medida de nuestras posibilidades, de conformidad con la Declaración de El Cairo.

Expresamos nuestra solidaridad con el pueblo de Puerto Rico y su gran líder, Pedro Albizu Campos, quien, en otro acto de hipocresía, ha sido liberado a los 72 años, casi sin poder hablar, paralizado, tras pasar toda una vida en prisión. Albizu Campos es un símbolo de la Latinoamérica aún no libre, pero indomable. Años y años de prisión, presiones casi insoportables en la cárcel, tortura mental, soledad, aislamiento total de su pueblo y su familia, la insolencia del conquistador y sus lacayos en su tierra natal: nada quebrantó su voluntad. La delegación de Cuba, en nombre de su pueblo, rinde homenaje con admiración y gratitud a un patriota que honra a nuestra América.

Durante muchos años, Estados Unidos ha intentado convertir a Puerto Rico en un modelo de cultura híbrida: el español con inflexiones inglesas, el español con bisagras en su columna vertebral, para inclinarse mejor ante el soldado yanqui. Los soldados puertorriqueños han sido utilizados como carne de cañón en guerras imperialistas, como en Corea, e incluso se les ha obligado a disparar contra sus propios hermanos, como en la masacre perpetrada por el Ejército estadounidense hace unos meses contra el pueblo desarmado de Panamá, uno de los crímenes más recientes del imperialismo yanqui. Y, sin embargo, a pesar de este atentado contra su voluntad y su destino histórico, el pueblo de Puerto Rico ha preservado su cultura, su carácter latino, sus sentimientos nacionales, que en sí mismos dan prueba del implacable anhelo de independencia que yace en las masas de esa isla latinoamericana. Debemos advertir también que el principio de coexistencia pacífica no abarca el derecho a burlarse de la voluntad de los pueblos, como ocurre en el caso de la llamada Guayana Británica. Allí, el gobierno del Primer Ministro Cheddi Jagan ha sido víctima de todo tipo de presiones y maniobras, y la independencia se ha postergado para ganar tiempo y encontrar maneras de burlar la voluntad popular y garantizar la docilidad de un nuevo gobierno, instalado en el poder por medios encubiertos, con el fin de otorgar una libertad castrada a este país de las Américas. Cualquiera que sea el camino que Guayana se vea obligada a seguir para lograr la independencia, el apoyo moral y militante de Cuba está con su pueblo. [15]

Además, debemos señalar que las islas de Guadalupe y Martinica llevan mucho tiempo luchando por su autogobierno sin lograrlo. Esta situación no debe continuar. Una vez más, nos pronunciamos para alertar al mundo sobre lo que está sucediendo en Sudáfrica. La brutal política del apartheid se aplica ante los ojos de las naciones del mundo. Los pueblos de África se ven obligados a soportar que en el continente africano la superioridad de una raza sobre otra siga siendo la política oficial, y que en nombre de esta superioridad racial se cometan asesinatos con impunidad. ¿Pueden las Naciones Unidas hacer algo para detener esto?

Quisiera referirme específicamente al doloroso caso del Congo, único en la historia del mundo moderno, que demuestra cómo, con absoluta impunidad y con el cinismo más insolente, se pueden violar los derechos de los pueblos. La razón directa de todo esto es la enorme riqueza del Congo, que los países imperialistas quieren mantener bajo su control. En el discurso pronunciado durante su primera visita a las Naciones Unidas, el compañero Fidel Castro observó que todo el problema de la coexistencia entre los pueblos se reduce a la apropiación indebida de la riqueza ajena. Declaró: «Acabemos con la filosofía del saqueo y también acabaremos con la filosofía de la guerra».

Pero la filosofía del saqueo no solo no ha terminado, sino que es más fuerte que nunca. Y es por eso que quienes usaron el nombre de las Naciones Unidas para cometer el asesinato de Lumumba hoy, en nombre de la defensa de la raza blanca, asesinan a miles de congoleños. ¿Cómo olvidar la traición a la esperanza que Patrice Lumumba depositó en las Naciones Unidas? ¿Cómo olvidar las maquinaciones y maniobras que siguieron a la ocupación de ese país por las tropas de la ONU, bajo cuyos auspicios los asesinos de este gran patriota africano actuaron con impunidad? ¿Cómo olvidar, distinguidos delegados, que quien desacató la autoridad de la ONU en el Congo —y no precisamente por razones patrióticas, sino más bien en virtud de conflictos entre imperialistas— fue Moise Tshombe, quien inició la secesión de Katanga con apoyo belga? ¿Y cómo se puede justificar, cómo se puede explicar, que al final de todas las actividades de las Naciones Unidas allí, Tshombe, desalojado de Katanga, regresara como amo y señor del Congo? ¿Quién puede negar el triste papel que los imperialistas obligaron a desempeñar a las Naciones Unidas? [16]

En resumen: se llevaron a cabo movilizaciones dramáticas para evitar la secesión de Katanga, pero hoy Tshombe está en el poder, la riqueza del Congo está en manos imperialistas, y los gastos deben ser pagados por las naciones honorables. ¡Los mercaderes de la guerra sin duda hacen buenos negocios! Por eso el gobierno de Cuba apoya la justa postura de la Unión Soviética al negarse a pagar los gastos de este crimen.

Y por si fuera poco, ahora nos echan en cara estos últimos actos que han llenado de indignación al mundo. ¿Quiénes son los responsables? Paracaidistas belgas, transportados por aviones estadounidenses, que despegaron de bases británicas. Recordamos como si fuera ayer que vimos un pequeño país de Europa, un país civilizado y trabajador, el Reino de Bélgica, invadido por las hordas de Hitler. Nos amargó saber que esta pequeña nación fue masacrada por el imperialismo alemán, y sentimos afecto por su pueblo. Pero esta otra cara de la moneda imperialista fue la que muchos de nosotros no vimos. Quizás los hijos de los patriotas belgas que murieron defendiendo la libertad de su país ahora están asesinando a sangre fría a miles de congoleños en nombre de la raza blanca, tal como ellos sufrieron bajo el yugo alemán porque su sangre no era lo suficientemente aria. Nuestros ojos libres se abren ahora a nuevos horizontes y podemos ver lo que ayer, en nuestra condición de esclavos coloniales, no podíamos observar: que la «civilización occidental» esconde tras su ostentosa fachada una imagen de hienas y chacales. Ese es el único nombre que se puede aplicar a quienes han ido a cumplir tales tareas «humanitarias» en el Congo. Un animal carnívoro que se alimenta de pueblos desarmados. Eso es lo que el imperialismo hace con los hombres. Eso es lo que distingue al «hombre blanco» imperial.

Todos los hombres libres del mundo deben estar preparados para vengar el crimen del Congo. Quizás muchos de esos soldados, convertidos en infrahumanos por la maquinaria imperialista, crean de buena fe que defienden los derechos de una raza superior. Sin embargo, en esta Asamblea, los pueblos cuya piel está oscurecida por un sol diferente, coloreada por pigmentos diferentes, constituyen la mayoría. Y comprenden plena y claramente que la diferencia entre los hombres no reside en el color de su piel, sino en las formas de propiedad de los medios de producción, en las relaciones de producción. La delegación cubana extiende sus saludos a los pueblos de Rhodesia del Sur y África Sudoccidental, oprimidos por minorías colonialistas blancas; a los pueblos de Basutolandia, Bechuanalandia, Suazilandia, Somalia Francesa, los árabes de Palestina, Adén y los Protectorados, Omán; y a todos los pueblos en conflicto con el imperialismo y el colonialismo. Les reafirmamos nuestro apoyo.

Expreso también mi esperanza de que se encuentre una solución justa al conflicto que enfrenta nuestra hermana república de Indonesia en sus relaciones con Malasia. Señor Presidente: Uno de los temas fundamentales de esta conferencia es el desarme general y completo. Expresamos nuestro apoyo a dicho desarme. Además, abogamos por la destrucción total de todos los dispositivos termonucleares y apoyamos la celebración de una conferencia de todas las naciones del mundo para hacer realidad esta aspiración. En su declaración ante esta asamblea, nuestro Primer Ministro advirtió que las carreras armamentísticas siempre han conducido a la guerra. Hay nuevas potencias nucleares en el mundo y las posibilidades de confrontación son cada vez mayores. Creemos que dicha conferencia es necesaria para lograr la destrucción total de las armas termonucleares y, como primer paso, la prohibición total de los ensayos. Al mismo tiempo, debemos establecer claramente el deber de todos los países de respetar las fronteras actuales de otros Estados y de abstenerse de cualquier agresión, incluso con armas convencionales.

Al sumar nuestra voz a la de todos los pueblos del mundo que piden el desarme general y completo, la destrucción de todos los arsenales nucleares, el cese total de la construcción de nuevos dispositivos termonucleares y de los ensayos nucleares de cualquier tipo, creemos necesario también subrayar que debe respetarse la integridad territorial de las naciones y contenerse la mano armada del imperialismo, pues no es menos peligrosa cuando utiliza únicamente armas convencionales. Quienes asesinaron a miles de ciudadanos indefensos del Congo no utilizaron la bomba atómica. Utilizaron armas convencionales. El imperialismo también ha utilizado armas convencionales, causando tantas muertes.

Incluso si las medidas aquí propuestas se hicieran efectivas y no fuera necesario mencionarlas, debemos señalar que no podemos adherirnos a ningún pacto regional de desnuclearización mientras Estados Unidos mantenga bases militares en nuestro propio territorio, en Puerto Rico, Panamá y en otros estados latinoamericanos donde se considera con derecho a colocar armas convencionales y nucleares sin restricciones. Consideramos que debemos ser capaces de asegurar nuestra propia defensa a la luz de la reciente resolución de la Organización de los Estados Americanos contra Cuba, en virtud de la cual se puede llevar a cabo un ataque invocando el Tratado de Río. [17] Si la conferencia a la que acabamos de referirnos lograra todos estos objetivos —lo cual, lamentablemente, sería difícil—, creemos que sería la más importante de la historia de la humanidad. Para garantizarlo, sería necesario que la República Popular China estuviera representada, y por eso es fundamental celebrar una conferencia de este tipo. Pero sería mucho más sencillo para los pueblos del mundo reconocer la verdad innegable de la existencia de la República Popular China, cuyo gobierno es el único representante de su pueblo, y darle el escaño que le corresponde, y que actualmente usurpa la pandilla que controla la provincia de Taiwán, con apoyo de Estados Unidos.

El problema de la representación de China en las Naciones Unidas no puede considerarse en modo alguno como un caso de nueva admisión en la organización, sino más bien como el restablecimiento de los derechos legítimos de la República Popular China.

Debemos repudiar enérgicamente la conspiración de las «dos Chinas». La banda de Chiang Kai-shek de Taiwán no puede permanecer en las Naciones Unidas. De lo que se trata, repetimos, es de la expulsión del usurpador y la instalación del legítimo representante del pueblo chino.

También advertimos contra la insistencia del Gobierno estadounidense en presentar el problema de la legítima representación de China en la ONU como una «cuestión importante», para imponer el requisito de una mayoría de dos tercios de los miembros presentes y votantes. La admisión de la República Popular China en las Naciones Unidas es, de hecho, una cuestión importante para todo el mundo, pero no para la maquinaria de las Naciones Unidas, donde debe constituir una mera cuestión de procedimiento. De esta manera se hará justicia. Casi tan importante como lograr la justicia, sin embargo, sería demostrar, de una vez por todas, que esta augusta Asamblea tiene ojos para ver, oídos para oír, lenguas para hablar y criterios sólidos para tomar sus decisiones. La proliferación de armas nucleares entre los estados miembros de la OTAN, y especialmente la posesión de estos dispositivos de destrucción masiva por parte de la República Federal de Alemania, haría aún más remota la posibilidad de un acuerdo sobre desarme, y vinculado a dicho acuerdo está el problema de la reunificación pacífica de Alemania. Mientras no haya un entendimiento claro, debe reconocerse la existencia de dos Alemanias: la República Democrática Alemana y la República Federal. El problema alemán solo puede resolverse con la participación directa y plena de la República Democrática Alemana en las negociaciones. Nos limitaremos a abordar las cuestiones de desarrollo económico y comercio internacional que están ampliamente representadas en la agenda. En ese mismo año de 1964 se celebró la Conferencia de Ginebra, en la que se trataron numerosos asuntos relacionados con estos aspectos de las relaciones internacionales. Las advertencias y pronósticos de nuestra delegación se confirmaron plenamente, para desgracia de los países económicamente dependientes.

Solo queremos señalar que, en lo que respecta a Cuba, Estados Unidos no ha implementado las recomendaciones explícitas de dicha conferencia, y recientemente el gobierno estadounidense también prohibió la venta de medicamentos a Cuba. Con ello, se deshizo definitivamente de la máscara de humanitarismo con la que pretendía disfrazar la naturaleza agresiva de su bloqueo contra el pueblo cubano.

Además, afirmamos una vez más que las cicatrices del colonialismo que impiden el desarrollo de los pueblos se expresan no solo en las relaciones políticas. El supuesto deterioro de los términos de intercambio no es más que el resultado del intercambio desigual entre los países productores de materias primas y los países industriales, que dominan los mercados e imponen la justicia ilusoria del intercambio equitativo de valores.

Mientras los pueblos económicamente dependientes no se liberen de los mercados capitalistas y, en un bloque firme con los países socialistas, impongan nuevas relaciones entre explotados y explotadores, no habrá un desarrollo económico sólido. En ciertos casos, habrá retrocesos, en los que los países débiles caerán bajo el dominio político de los imperialistas y colonialistas.

Finalmente, distinguidos delegados, cabe aclarar que en el Caribe se están llevando a cabo maniobras y preparativos para una agresión contra Cuba, sobre todo en las costas de Nicaragua, también en Costa Rica, en la Zona del Canal de Panamá, en la isla de Vieques en Puerto Rico, en Florida y posiblemente en otras partes del territorio estadounidense, y quizás también en Honduras. En estos lugares se entrenan mercenarios cubanos, así como mercenarios de otras nacionalidades, con un propósito que no puede ser el más pacífico. Tras un gran escándalo, se dice que el gobierno de Costa Rica ha ordenado la eliminación de todos los campos de entrenamiento de exiliados cubanos en ese país.

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Nadie sabe si esta postura es sincera o si se trata de una simple coartada, ya que los mercenarios que se entrenan allí estaban a punto de cometer algún delito. Esperamos que se reconozca plenamente la existencia real de bases para la agresión, que denunciamos hace tiempo, y que el mundo reflexione sobre la responsabilidad internacional del gobierno de un país que autoriza y facilita el entrenamiento de mercenarios para atacar a Cuba. Cabe destacar que las noticias sobre el entrenamiento de mercenarios en diferentes partes del Caribe y la participación del gobierno estadounidense en tales actos se presentan con total naturalidad en la prensa estadounidense. No conocemos ninguna voz latinoamericana que haya protestado oficialmente al respecto. Esto demuestra el cinismo con el que el gobierno estadounidense mueve sus fichas.

Los astutos cancilleres de la OEA tenían ojos para ver los emblemas cubanos y encontrar pruebas irrefutables en las armas que los yanquis exhibieron en Venezuela, pero no ven los preparativos de agresión en Estados Unidos, así como no escucharon la voz del presidente Kennedy, quien se declaró explícitamente agresor contra Cuba en Playa Girón [invasión de Bahía de Cochinos en abril de 1961]. En algunos casos, es una ceguera provocada por el odio contra nuestra revolución por parte de las clases dominantes de los países latinoamericanos. En otros —y estos son más tristes y deplorables— es producto del deslumbrante brillo del dinero.

Como es bien sabido, tras la tremenda conmoción de la llamada crisis del Caribe, Estados Unidos asumió ciertos compromisos con la Unión Soviética. Estos culminaron en la retirada de ciertos tipos de armas que las continuas agresiones estadounidenses —como el ataque mercenario en Playa Girón y las amenazas de invasión contra nuestra patria— nos habían obligado a instalar en Cuba como acto de legítima y esencial defensa.

Estados Unidos, además, intentó que la ONU inspeccionara nuestro territorio. Pero nos negamos rotundamente, ya que Cuba no reconoce el derecho de Estados Unidos, ni de ningún otro país del mundo, a determinar el tipo de armas que Cuba pueda tener dentro de sus fronteras.

En este sentido, solo nos adheriremos a los acuerdos multilaterales, con iguales obligaciones para todas las partes involucradas. Como dijo Fidel Castro: «Mientras el concepto de soberanía exista como prerrogativa de las naciones y de los pueblos independientes, como un derecho de todos los pueblos, no aceptaremos que se excluya a nuestro pueblo de ese derecho. Mientras el mundo se rija por estos principios, mientras el mundo se rija por esos conceptos que tienen validez universal por ser universalmente aceptados y reconocidos por los pueblos, no aceptaremos que se intente privarnos de ninguno de esos derechos, y no renunciaremos a ninguno de ellos». El Secretario General de las Naciones Unidas, U Thant, comprendió nuestras razones. Sin embargo, Estados Unidos intentó establecer una nueva prerrogativa, arbitraria e ilegal: la de violar el espacio aéreo de un país pequeño. Así, vemos sobrevolar nuestro país aviones U-2 y otros tipos de aviones espía que, con total impunidad, sobrevuelan nuestro espacio aéreo. Hemos hecho todas las advertencias necesarias para que cesen las violaciones de nuestro espacio aéreo, así como las provocaciones de la Marina de Guerra de Estados Unidos contra nuestros puestos de centinela en la zona de Guantánamo, los sobrevuelos de aeronaves a nuestros buques o a buques de otras nacionalidades en aguas internacionales, los ataques piratas contra buques de diferentes banderas y la infiltración de espías, saboteadores y armas en nuestra isla.

Queremos construir el socialismo. Nos hemos declarado partidarios de quienes luchan por la paz. Nos hemos declarado dentro del grupo de los países no alineados, aunque somos marxistas-leninistas, porque los países no alineados, como nosotros, luchan contra el imperialismo. Deseamos la paz. Queremos construir una vida mejor para nuestro pueblo. Por eso evitamos, en la medida de lo posible, caer en las provocaciones de los yanquis. Pero conocemos la mentalidad de quienes los gobiernan. Quieren hacernos pagar un precio muy alto por esa paz. Respondemos que el precio no puede ir más allá de los límites de la dignidad.

Y Cuba reafirma una vez más el derecho a mantener en su territorio las armas que considere convenientes y su negativa a reconocer el derecho de ninguna potencia de la tierra, por poderosa que sea, a violar nuestro suelo, nuestras aguas territoriales o nuestro espacio aéreo.

Si en cualquier asamblea Cuba asume obligaciones de carácter colectivo, las cumplirá al pie de la letra. Mientras esto no ocurra, Cuba conserva todos sus derechos, como cualquier otra nación. Ante las exigencias del imperialismo, nuestro primer ministro expuso los cinco puntos necesarios para la existencia de una paz segura en el Caribe. Estos son:

1. Cese del bloqueo económico y de todas las presiones económicas y comerciales de Estados Unidos, en todas partes del mundo, contra nuestro país.

2. Cese de todas las actividades subversivas, lanzamiento y desembarco de armas y explosivos por aire y mar, organización de invasiones mercenarias, infiltración de espías y saboteadores, actos todos realizados desde el territorio de los Estados Unidos y algunos países cómplices.

3. Cese de los ataques piratas realizados desde bases existentes en Estados Unidos y Puerto Rico.

4. Cese de todas las violaciones de nuestro espacio aéreo y de nuestras aguas territoriales por parte de aeronaves y buques de guerra estadounidenses.

5. Retirada de la base naval de Guantánamo y devolución del territorio cubano ocupado por Estados Unidos.”

Ninguna de estas exigencias elementales se ha cumplido, y nuestras fuerzas siguen siendo provocadas desde la base naval de Guantánamo. Esta base se ha convertido en un nido de ladrones y su plataforma de lanzamiento hacia nuestro territorio. Cansaríamos a esta Asamblea si describiéramos detalladamente la gran cantidad de provocaciones de todo tipo. Baste decir que, incluyendo los primeros días de diciembre, la cifra asciende a 1323 solo en 1964. La lista abarca provocaciones menores como la violación de la línea fronteriza, el lanzamiento de objetos desde territorio controlado por Estados Unidos, la comisión de actos de exhibicionismo sexual por parte de personal estadounidense de ambos sexos y los insultos verbales. Incluye otras más graves, como el disparo de armas de pequeño calibre, el apuntar armas hacia nuestro territorio y las ofensas a nuestra bandera nacional. Entre las provocaciones extremadamente graves se incluyen el cruce de la línea fronteriza y el inicio de incendios en instalaciones del lado cubano, así como el fuego de fusiles. Este año se han producido 78 disparos de fusil, con el lamentable saldo de una muerte: la del soldado Ramón López Peña, asesinado por dos disparos desde el puesto estadounidense a tres kilómetros y medio de la costa, en la frontera norte. Esta gravísima provocación tuvo lugar a las 19:07 horas del 19 de julio de 1964, y el primer ministro de nuestro gobierno declaró públicamente el 26 de julio que, de repetirse el suceso, ordenaría a nuestras tropas repeler la agresión. Simultáneamente, se ordenó el repliegue de la vanguardia cubana a posiciones más alejadas de la línea fronteriza y la construcción de las fortificaciones necesarias. Mil trescientas veintitrés provocaciones en 340 días equivalen aproximadamente a cuatro por día. Solo un ejército perfectamente disciplinado y con una moral como la nuestra podría resistir tantos actos hostiles sin perder el control.

Cuarenta y siete países reunidos en la Segunda Conferencia de Jefes de Estado o de Gobierno de los Países No Alineados en El Cairo acordaron por unanimidad:

Observando con preocupación que las bases militares extranjeras constituyen, en la práctica, un medio para ejercer presión sobre las naciones y retrasar su emancipación y desarrollo, basándose en sus propias ideas ideológicas, políticas, económicas y culturales, la conferencia declara su apoyo incondicional a los países que buscan la eliminación de las bases extranjeras de su territorio e insta a todos los Estados que mantienen tropas y bases en otros países a que las retiren de inmediato. La conferencia considera que el mantenimiento en Guantánamo (Cuba) de una base militar de los Estados Unidos de América, en contravención de la voluntad del gobierno y el pueblo cubanos y de las disposiciones de la declaración de la Conferencia de Belgrado, constituye una violación de la soberanía y la integridad territorial de Cuba.

Tomando nota de que el Gobierno cubano expresa su disposición a resolver su disputa sobre la base de Guantánamo con los Estados Unidos de América en pie de igualdad, la conferencia insta al Gobierno de los Estados Unidos a iniciar negociaciones con el Gobierno cubano para evacuar su base.

El gobierno de Estados Unidos no ha respondido a esta petición de la Conferencia de El Cairo y pretende mantener indefinidamente por la fuerza su ocupación de un pedazo de nuestro territorio, desde donde realiza actos de agresión como los detallados anteriormente.

La Organización de Estados Americanos —también conocida como el Ministerio de Colonias de Estados Unidos— nos condenó enérgicamente, a pesar de habernos excluido recientemente de su seno, ordenando a sus miembros romper relaciones diplomáticas y comerciales con Cuba. La OEA autorizó la agresión contra nuestro país en cualquier momento y bajo cualquier pretexto, violando las leyes internacionales más fundamentales y haciendo caso omiso de las Naciones Unidas. Uruguay, Bolivia, Chile y México se opusieron a esa medida, y el gobierno de los Estados Unidos Mexicanos se negó a cumplir las sanciones aprobadas. Desde entonces, no hemos tenido relaciones con ningún país latinoamericano, excepto México, lo que cumple una de las condiciones necesarias para la agresión directa del imperialismo.

Queremos dejar claro una vez más que nuestra preocupación por Latinoamérica se basa en los lazos que nos unen: el idioma que hablamos, la cultura que mantenemos y el amo común que tuvimos. No tenemos otra razón para desear la liberación de Latinoamérica del yugo colonial estadounidense. Si alguno de los países latinoamericanos aquí presentes decide restablecer relaciones con Cuba, estaremos dispuestos a hacerlo sobre la base de la igualdad, y sin considerar ese reconocimiento de Cuba como un país libre en el mundo como un regalo a nuestro gobierno. Ganamos ese reconocimiento con nuestra sangre en los días de la lucha por la liberación. Lo adquirimos con nuestra sangre en la defensa de nuestras costas contra la invasión yanqui.

Si bien rechazamos cualquier acusación contra nosotros de injerencia en los asuntos internos de otros países, no podemos negar nuestra solidaridad con quienes luchan por su libertad. Debemos cumplir con la obligación de nuestro gobierno y pueblo de manifestar clara y categóricamente al mundo que apoyamos moralmente y nos solidarizamos con los pueblos que luchan en cualquier parte del mundo por hacer realidad los derechos de plena soberanía proclamados en la Carta de las Naciones Unidas.

Es Estados Unidos quien interviene. Lo ha hecho históricamente en Latinoamérica. Desde finales del siglo pasado, Cuba ha experimentado esta realidad; pero también la han experimentado Venezuela, Nicaragua, Centroamérica en general, México, Haití y la República Dominicana. En los últimos años, además de nuestro pueblo, Panamá ha sufrido una agresión directa, donde los marines de la Zona del Canal abrieron fuego a sangre fría contra el pueblo indefenso; la República Dominicana, cuyas costas fueron violadas por la flota yanqui para evitar un estallido de la justa furia popular tras la muerte de Trujillo; y Colombia, cuya capital fue tomada por asalto como resultado de una rebelión provocada por el asesinato de Gaitán. [18] Las intervenciones encubiertas se llevan a cabo a través de misiones militares que participan en la represión interna, organizando fuerzas diseñadas para tal fin en muchos países, y también en golpes de Estado, que se han repetido con tanta frecuencia en el continente latinoamericano durante los últimos años. Concretamente, las fuerzas estadounidenses intervinieron en la represión de los pueblos de Venezuela, Colombia y Guatemala, que lucharon con las armas por su libertad. En Venezuela, las fuerzas estadounidenses no solo asesoran al ejército y a la policía, sino que también dirigen actos de genocidio desde el aire contra la población campesina en vastas zonas insurgentes. Y las empresas yanquis que operan allí ejercen presiones de todo tipo para aumentar la injerencia directa. Los imperialistas se preparan para reprimir a los pueblos de América y están estableciendo una Internacional del Crimen.

Estados Unidos interviene en América Latina invocando la defensa de las instituciones libres. Llegará el momento en que esta Asamblea adquiera mayor madurez y exija al Gobierno estadounidense garantías para la vida de los negros y latinoamericanos que viven en ese país, la mayoría de ellos ciudadanos estadounidenses por origen o adopción.

Quienes matan a sus propios hijos y los discriminan a diario por el color de su piel; quienes permiten la libertad de los asesinos de negros, protegiéndolos y, además, castigando a la población negra porque reclaman sus legítimos derechos como hombres libres, ¿cómo pueden considerarse guardianes de la libertad? Entendemos que hoy la Asamblea no está en condiciones de pedir explicaciones por estos actos. Sin embargo, debe quedar claro que el gobierno de Estados Unidos no es el defensor de la libertad, sino el autor de la explotación y la opresión contra los pueblos del mundo y gran parte de su propia población.

Al lenguaje ambiguo con que algunos delegados han descrito el caso de Cuba y de la OEA, respondemos con palabras claras y proclamamos que los pueblos de América Latina harán pagar a esos gobiernos serviles y entreguistas su traición.

Cuba, distinguidos delegados, un Estado libre y soberano, sin ataduras a nadie, sin inversiones extranjeras en su territorio, sin procónsules que dirijan su política, puede hablar con la frente en alto en esta Asamblea y demostrar la justicia de la frase con la que ha sido bautizada: «Territorio Libre de las Américas». Nuestro ejemplo rendirá frutos en el continente, como ya lo está haciendo en cierta medida en Guatemala, Colombia y Venezuela.

No hay enemigo pequeño ni fuerza insignificante, porque ya no hay pueblos aislados. Como afirma la Segunda Declaración de La Habana:

Ninguna nación de América Latina es débil, porque cada una forma parte de una familia de 200 millones de hermanos que sufren las mismas miserias, que albergan los mismos sentimientos, que tienen el mismo enemigo, que sueñan con el mismo futuro mejor y que cuentan con la solidaridad de todos los hombres y mujeres honestos del mundo…

Esta epopeya que tenemos ante nosotros la escribirán las masas indígenas hambrientas, los campesinos sin tierra, los trabajadores explotados. La escribirán las masas progresistas, los intelectuales honestos y brillantes, que tanto abundan en nuestras sufrientes tierras latinoamericanas. Luchas de masas e ideas. Una epopeya que llevarán adelante nuestros pueblos, maltratados y despreciados por el imperialismo; nuestros pueblos, ignorados hasta hoy, que ahora comienzan a despertar de su letargo. El imperialismo nos consideraba un rebaño débil y sumiso; y ahora empieza a temerle; un rebaño gigantesco de 200 millones de latinoamericanos en quienes el capitalismo monopolista yanqui ve ahora a sus sepultureros…

Pero ahora, de un extremo a otro del continente, señalan con claridad que ha llegado la hora: la hora de su reivindicación. Ahora esta masa anónima, esta América de color, sombría y taciturna, que en todo el continente canta con la misma tristeza y desilusión, ahora esta masa comienza a entrar definitivamente en su propia historia, comienza a escribirla con su propia sangre, comienza a sufrir y morir por ella.

Porque ahora, en las montañas y los campos de América, en sus llanuras y selvas, en la naturaleza o en el tráfico de las ciudades, a orillas de sus grandes océanos o ríos, este mundo empieza a temblar. Manos ansiosas se extienden, dispuestas a morir por lo suyo, a conquistar esos derechos que fueron ridiculizados por todos durante 500 años. Sí, ahora la historia tendrá que tomar en cuenta a los pobres de América, a los explotados y despreciados de América, que han decidido empezar a escribir su historia para siempre. Ya se les puede ver en las carreteras, a pie, día tras día, en interminables marchas de cientos de kilómetros hacia las «eminencias» gubernamentales, para obtener sus derechos.

Ya se les ve armados con piedras, palos y machetes, en una y otra dirección, cada día, ocupando tierras, hundiendo anzuelos en la tierra que les pertenece y defendiéndola con sus vidas. Se les ve portando pancartas, lemas y banderas; dejándolas ondear en los vientos de la montaña o la pradera. Y la ola de ira, de demandas de justicia, de reclamos de derechos pisoteados, que comienza a barrer las tierras de Latinoamérica, no se detendrá. Esa ola crecerá con cada día que pase. Porque esa ola está compuesta por la mayoría, las mayorías en todos los aspectos, aquellos cuyo trabajo amasa la riqueza y hace girar las ruedas de la historia. Ahora están despertando del largo y brutal sueño al que habían estado sometidos.

Porque esta gran masa de la humanidad ha dicho «¡Basta!» y ha comenzado a marchar. Y su marcha de gigantes no se detendrá hasta que conquisten la verdadera independencia, por la que han muerto en vano más de una vez. Hoy, sin embargo, quienes mueran morirán como los cubanos de Playa Girón. Morirán por su propia e irrenunciable independencia.

Todo esto, distinguidos delegados, esta nueva voluntad de todo un continente, de Latinoamérica, se manifiesta en el grito que nuestras masas proclaman a diario como expresión irrefutable de su decisión de luchar y paralizar la mano armada del invasor. Es un grito que cuenta con la comprensión y el apoyo de todos los pueblos del mundo, y en especial del campo socialista, encabezado por la Unión Soviética.

Ese grito es: ¡ Patria o muerte!


Notas al pie

[15] Al momento de escribir este artículo, el Partido Unido de la Revolución Socialista (PURS) se encontraba en proceso de formación. En marzo de 1962, su predecesor, las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI), surgidas de la fusión del Movimiento 26 de Julio, el Partido Socialista Popular y el Directorio Revolucionario, habían iniciado un proceso de reorganización que condujo, hacia la segunda mitad de 1963, a la consolidación del nuevo partido. En el centro de esta reorganización se celebraron asambleas en miles de centros de trabajo en toda Cuba. En cada reunión se debatió y se seleccionó a los trabajadores ejemplares de cada centro. Los seleccionados fueron considerados, a su vez, para la afiliación al partido.

[16] Ubicado en la Sierra Maestra, el Turquino es la montaña más alta de Cuba.

[17] El 17 de abril de 1961, 1500 mercenarios nacidos en Cuba invadieron Cuba en Bahía de Cochinos, en la costa sur de la provincia de Las Villas. La acción, organizada directamente por Washington, pretendía establecer un «gobierno provisional» para solicitar la intervención directa de Estados Unidos. Los invasores fueron derrotados en 72 horas por la milicia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias. El 19 de abril, los últimos invasores se rindieron en Playa Girón, nombre que los cubanos usan para designar la batalla.

[18] Desde finales de 1960 hasta 1961, el gobierno revolucionario emprendió una campaña de alfabetización para enseñar a leer y escribir a un millón de cubanos. Un aspecto central de este esfuerzo fue la movilización de 100.000 jóvenes para ir al campo, donde convivieron con campesinos a quienes enseñaban. Como resultado de esta iniciativa, Cuba prácticamente eliminó el analfabetismo.

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