Gaceta Crítica

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«La mina» de Armando López Salinas, o el estado de excepción de los oprimidos

David Becerra (Mundo Obrero – El Mono Azul -), 11 de Diciembre de 2025

El realismo social describía la pobreza y la desigualdad de la España de la posguerra; el realismo socialista se proponía narrar “lo real” del sistema capitalista: la explotación.

Armando López Salinas en el Pozo San Nicolás (Mieres), 1987 | Álbum de la familia López Balduque

Armando López Salinas en el Pozo San Nicolás (Mieres), 1987 | Álbum de la familia López Balduque

Junto con Central eléctrica de Jesús López Pacheco y La piqueta de Antonio Ferres, La mina de Armando López Salinas es una de las novelas más significativas del realismo socialista del medio siglo. A diferencia de otras corrientes realistas con las que compartían el campo literario, como el objetivismo o el realismo social, que describían la pobreza y la desigualdad de la España de la posguerra, e incluso en algunos casos en clave de denuncia, el realismo socialista se proponía narrar “lo real” del sistema capitalista, aquello que lo constituye y lo hace funcionar: la explotación. No se trataba de mostrar pobres sino explotados, ni de describir la miseria de posguerra sino el funcionamiento de las nuevas estructuras de explotación capitalista del desarrollismo económico franquista, no se trataba de construir, desde la literatura, objetos de compasión, sino sujetos de revuelta.

En sus Tesis sobre la Historia, Walter Benjamin describió el historicismo como una sucesión de acontecimientos en un continuum histórico siempre lineal y homogéneo. Para Benjamin, la historia como continuidad es un discurso funcional a la clase dominante, que sirve para afianzar el relato de la continuidad en el poder de los vencedores de la historia, para mostrar que siempre han estado allí, desde el pasado más remoto hasta el presente, ostentando un poder que les pertenece —y que les ha pertenecido— históricamente. Este relato oculta al menos dos historias subterráneas: 1) la violencia en la toma y en el ejercicio del poder, que no se recibe por derecho histórico o natural, sino que se usurpa, dejando ruinas y muertos enterrados en las cunetas de la historia, y que la cultura —en tanto que botín de la guerra (Tesis IV)— se encarga de borrar; 2) los momentos de revolución y ruptura que desafiaron a la clase dominante y que, con su interrupción en la historia, amenazaron también el relato lineal y homogéneo escrito por los vencedores.

LA MINA
Armando López Salinas
Edición de David Becerra Mayor
Akal; Fundación de Investigaciones Marxistas, 2013

LA MINA
Armando López Salinas
Edición de David Becerra Mayor
Akal; Fundación de Investigaciones Marxistas, 2013

La mina, de Armando López Salinas, como las otras mencionadas, deconstruyen este relato para mostrar “lo real” que ocultan. La mina es una novela protagonizada por un campesino andaluz que, por falta de trabajo en el campo, no encuentra otra opción que emigrar a una zona minera. La novela fue finalista en el Premio Nadal de 1959, fecha que está sin duda cargada de significado: funciona como punto de inflexión en la economía franquista. En 1959, año de la aprobación del Plan de Estabilización y Liberalización Económica —recomendado por la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) y el FMI (Fondo Monetario Internacional)—, España va a dejar atrás la autarquía de posguerra para iniciar el llamado desarrollismo económico por medio de un modelo más aperturista, basado en liberalización del mercado, la primacía del sector privado, la inversión extranjera, un menor intervencionismo estatal, etc. Con estas medidas encaminadas a modernizar su estructura económica, España logra salir de la paupérrima situación de colapso y bancarrota que asolaba al país desde los tiempos de posguerra y autarquía, integrándose en el bloque capitalista occidental. El historicismo inserta este acontecimiento en un orden lineal y homogéneo, como si constituyera una fase más dentro de esa narración basada en el progreso, que siempre camina hacia adelante, en la que cada acontecimiento supone el desarrollo positivo de un acontecimiento anterior. El bienestar y el desarrollo económico sería, de este modo, consecuencia lógica del progreso: un relato sin personas ni relaciones de explotación. El historicismo, que como decía Benjamin, cuenta la historia desde el “érase una vez” (Tesis XVI), celebra el “milagro económico español” porque cuando se cuenta no se cuentan a los muertos. Novelas como La mina nos muestran la cara oculta del desarrollismo económico.

Como mostró Walter Benjamin en sus Tesis sobre la Historia, el progreso se levanta sobre el sufrimiento de sus víctimas, que aceptan vivir el presente como en un “estado de excepción”: los oprimidos suspenden sus derechos a cambio de la promesa de bienestar que habrá de verse realizada en el futuro (Tesis VIII). La acumulación de capital que se produce en estos años cruciales para la economía franquista encuentra su correlato en la explotación de una nueva clase obrera que, procedente de zonas rurales y más empobrecidas de la geografía española, se instala en las periferias de las ciudades y de los grandes centros industriales para vender su fuerza de trabajo a muy bajo precio, debido a la alta competencia que representa el enorme ejército de reserva del que dispone el capital, surgido de los flujos migratorios derivados de la asimetría social del país. Cuanto mayor es el ejército de reserva —y mayor el número de fuerza de trabajo disponible y compitiendo por un puesto de trabajo—, menor será el salario que percibirá el trabajador y, en consecuencia, mayor la acumulación capitalista. De su fuerza de trabajo se extrae la plusvalía que va a permitir el desarrollo de la economía española.

La clase obrera —y no los gestores y tecnócratas— hizo posible el “milagro económico” español, aunque sus vidas hayan quedado enterradas bajo los escombros que deja el relato historicista

Un mundo en crecimiento, en el que el progreso económico se paga a un precio muy costoso por parte de la clase obrera, es el que se describe en La mina. López Salinas pone el foco, en su novela, en las víctimas tempranas del desarrollismo económico, en el coste humano —la muerte y la explotación— que deja tras de sí el proceso de acumulación capitalista. La mina de Armando López Salinas describe una nueva clase obrera que —formada por migrantes que huyen de la pobreza y de la falta de oportunidades que les ofrece el sector primario— acude a la mina en búsqueda de una vida más digna y mejor, pero no encontrará sino la explotación (bajos salarios y un trabajo en precarias condiciones para su salud y su seguridad, que anticipan el desenlace trágico de una novela que termina con la muerte de los mineros a causa del hundimiento del pozo en el que trabajan). La novela de López Salinas retrata cómo se edifica la nueva política económica española sobre las espaldas de los explotados. La clase obrera —y no los gestores y tecnócratas— hizo posible el “milagro económico” español, aunque sus vidas hayan quedado borradas de la historia, enterradas bajo los escombros que deja el relato historicista, como los cuerpos sepultados en el pozo de la novela tras el hundimiento trágico con el que la novela concluye. La narración de las víctimas del progreso constituye, pues, una forma de agrietar el muro del historicismo.

Estas primeras víctimas de la nueva explotación capitalista van a empezar a organizarse para luchar por su emancipación. Son sujetos activos que no permanecen impasibles ante el avance de la historia. Estas novelas nos permiten rastrear las huellas de ruptura para conocer e interpretar la historia en una dirección contraria a la que el relato dominante ofrece. Estas novelas narran otra historia de la conquista de la libertad y la democracia en España. El relato oficial de la transición cuenta que la sociedad española, como un ente pasivo y sin agencia, le debe la democracia y la libertad a grandes hombres que con grandes gestos —léase Adolfo Suárez o el rey— decidieron, un buen día, llevados por su buena voluntad, superar el franquismo y traerle la democracia al pueblo español. Sin embargo, la historia no fue exactamente así. La transición fue consecuencia de la lucha de hombres y mujeres que dieron su vida por la libertad, la dignidad y la democracia, y que gracias a su lucha fueron poco a poco erosionando un franquismo que no tuvo más remedio que cambiar de apariencia para sobrevivir. La democracia no ha sido una concesión, sino el resultado de años de resistencia y de lucha. Novelas como La mina nos recuerdan quienes son los que lucharon.

(*) Profesor de literatura

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