Atilio Boron (Sociólogo marxista argentino), 11 de Diciembre de 2025

Hay algo que los medios hegemónicos se niegan a decir con claridad: estamos viviendo los estertores finales de una transición hegemónica. Y no es un cambio de gobierno ni un ajuste de políticas. Es el desmoronamiento de un orden mundial que se creyó eterno.
Estados Unidos lleva décadas en declive imperial . No es una opinión. Son datos duros: déficit comercial crónico, desindustrialización acelerada, pérdida de capacidad manufacturera,enorme déficit fiscal y endeudamiento exponencial. La hegemonía que Washington ejerció desde 1945 ya no puede sostenerse por consenso. Por eso recurre cada vez más a la fuerza bruta: sanciones unilaterales, bloqueos económicos, intervenciones militares directas o por vía de un proxy.
Mientras tanto, China emerge como potencia económica, tecnológica y geopolítica. No es el socialismo que soñaron los revolucionarios del siglo XX, pero tampoco es el capitalismo salvaje que celebra Occidente. Es una formación social compleja que desafía las categorías simples y que, sobre todo, rompe la unipolaridad. La Iniciativa de la Franja y la Ruta, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, los acuerdos comerciales en yuanes: cada movimiento es una grieta en el declinante dominio del dólar como moneda de reserva mundial.
Y Rusia resurge no como nostalgia soviética, sino como actor geopolítico que se niega a ser tratado como periferia del Imperio. La guerra en Ucrania no empezó en 2022. Empezó con la traicionera expansión de la OTAN hacia el este, violando todos los acuerdos de la posguerra fría en donde los principales líderes de Occidente juraron que “la OTAN no avanzaría ni siquiera una pulgada en dirección al Este.” Mintieron escandalosamente y Rusia dijo basta. Y eso altera todo el tablero.
La pregunta que deberíamos hacernos en América Latina no es si preferimos a Estados Unidos o a China.
La pregunta es: ¿ Cómo aprovechamos las contradicciones entre potencias para recuperar márgenes de autonomía que perdimos durante décadas de hegemonía estadounidense y neoliberalismo? ¿Cómo reconstruimos soberanía en un mundo multipolar que, al menos, ya no es el patio trasero automático de Washington?
Porque si bien la multipolaridad no garantiza justicia abre posibilidades que la unipolaridad imperial había clausurado. Y esas posibilidades son el terreno donde se juegan las luchas populares y las estrategias de desarrollo de las próximas décadas.
¿Entendemos esto? ¿O seguimos repitiendo análisis de los años 90 como si el mundo no hubiera cambiado? La multipolaridad del sistema internacional pasó un punto de no retorno y es irreversible.
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