Gaceta Crítica

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El fenómeno Rufián: desmitificar la política y aglutinar sensibilidades

Alex Mesa (CATALUNYA PLURAL), 23 de Noviembre de 2025

Este lunes Rufián participó en la comparecencia de Carlos Mazón en el Congreso. No defraudó. Fue directo, incisivo, categórico y pasional, tal y como se esperaba de él. Porque sí, desde hace algún tiempo muchas personas ven a Rufián en el barquero de las verdades políticas.

En 2015, en pleno auge del Proceso, Gabriel Rufián se convirtió en diputado del Congreso por ERC. No tardó mucho en darse a conocer en los medios en decir que «en 18 meses dejaré mi escaño para volver a la República Catalana». Éstas fueron sus primeras palabras virales, unas que le generaron una profunda animadversión, por un lado, de la sociedad española que, aún hoy, le recuerda de vez en cuando estas declaraciones. Pero fueron también importantes en cuanto a la definición del carácter político de Rufián. Éste iba a abanderar a partir de ese momento una manera de hacer las cosas diferente de lo que se acostumbraba: alguien sin miedo a confrontar directamente (algo que, vaga decir, en ese momento era bastante inusual).

Por supuesto, desde 2015 ha llovido mucho. El Proceso creció, fue perseguido y finalmente colapsó sin conseguir la independencia de Catalunya. Y de mientras le iban apareciendo las primeras canas, Rufián fue virando su planteamiento político hacia una estrategia que él nunca tuvo reparos en explicitar: tratar de ser lo más útil posible al servicio del cambio socio-político progresista. Durante esa transformación Rufián mantuvo en todo momento su carácter directo y su estilo de confrontación, añadiendo a la ecuación una vocación de pragmatismo político.

El pragmatismo de Rufián se traduciría en la apuesta, como él comentaba recientemente, por el malmenorismo : no es la simpatía o proximidad hacia el PSOE lo que le predispone a darle su apoyo, porque lo comprende como un partido que no toma medidas de izquierdas a menos que se sienta realmente forzado a ello, sino el temor a una mano a la mano PP y VOX.

En mi modo de ver, ese malmenorismo es uno de los puntos más delicados de Rufián. Si bien es cauto al advertir del riesgo de que el ansia de pureza ideológica de la izquierda le lleve a la inacción y al derrumbe de sus posibilidades, lo cierto es que en el enfoque malmenorista se pierden infinidad de matices y variables, siempre detrás de evitar un mal mayor que, tal vez, sólo se está posando. barcaza que sustituya a la ya agrietada).

A su vez, este pragmatismo en el que se simplifica la problemática con su estilo categórico, provocador y con un lenguaje accesible, le ha llevado a que su figura trascienda las ambiciones y la estructura de ERC. En este sentido, en las líneas anteriores he escrito sobre el apoyo de Rufián al PSOE, como si esto fuera una cuestión individual. Por supuesto, él sigue la tradicional disciplina de partido en España. Sin embargo, desde hace algún tiempo su figura ha sobrepasado la esfera de actuación de su partido, viéndose de algún modo como un aglutinador del voto de izquierdas en España. De hecho, la transparencia del personaje político es tal que ni siquiera en esto estamos leyendo avisas intenciones: no hace muchos meses abogó por la creación de una coalición política de izquierdas plurinacional, sea cual sea eso.

Por supuesto, es imposible entender el auge de una figura como la de Rufián sin el clima reaccionario que se vive internacional y nacionalmente. Su carácter directo es aplaudido porque, de alguna forma, existe un cierto clamor popular que pide que esta reacción sea contestada rotundamente, lo que le permite emplear a Rufián la brocha gorda sin tener que ir a los complejos matices y detalles de la ideología política, algo que escapa a su línea de actuación.

Su progresiva popularización ha comportado incluso una cierta fetichización en la que sale a relucir, dentro de un contexto jocoso y subversivo, su carácter de sex-symbol (es recomendable seguir la sana fijación por Rufián de la influencer, artista y activista Gloria del Toro en Instagram).

En cualquier caso, más allá de sus célebres apariciones y confrontaciones presididas por su carácter directo y colisionante, hay que reparar en cómo Rufián ha aprendido a lidiar con la presión de los propagandistas de ultraderecha: con sarcasmo, ironía y humor. Ésta es quizá su mejor, más nítida y original aportación. Hasta el punto de ganarse una suerte de pseudo-respeto por parte de algunos como Vito Quiles. Y si alguien llega hasta este punto, habrá que concluir que algún tipo de magia existe en el fenómeno Rufián.

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