Gaceta Crítica

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1975-2025: de la lucha por la libertad a la defensa de la democracia en España.

Agustín Moreno (Histórico lider sindical de CCOO), PÚBLICO, 22 de Noviembre de 2025

Imagen de la obra de Juan Genovés ‘El Abrazo’, uno de los símbolos de la Transición española.Museo Reina Sofía

El triunfo del fascismo en 1939 hizo desaparecer los partidos democráticos y los sindicatos obreros con la represión y por decreto. Después del Plan de Estabilización de 1959 y en pleno desarrollismo económico, los trabajadores empezaron a organizarse para defender sus derechos más elementales: salarios dignos y condiciones de trabajo aceptables. El sindicato vertical negaba la lucha de clases y permitía los abusos empresariales. De esta situación de injusticia laboral, en un país en ruina moral, surgió un movimiento sindical de clase: las Comisiones Obreras.

La dictadura preocupada por la fuerza de un movimiento obrero que además de salarios reivindicaba libertad sindical y democráticas, lanzó una feroz persecución y acoso policial, judicial y empresarial. Hubo muchos despedidos, detenidos y procesados. Los presos políticos llenaban las cárceles. Fuimos la generación del TOP (Tribunal de Orden Público). A pesar de la represión, la obstinada voluntad de muchas personas fortaleció una resistencia antifranquista que puso en jaque al régimen. Hubo potentes huelgas y gracias a ellas, avanzaron los salarios, mejoraron las condiciones de trabajo y se impidieron, en ocasiones, los despidos. Empezaba a cuajar en el imaginario de muchas personas que la libertad no era un sueño, era una posibilidad alcanzable. 

En lo personal, en 1975 yo estaba en situación de búsqueda y captura por una condena de dos años de cárcel por propaganda ilegal. Después de huir del intento fallido de detención en la obra de la Delegación de Hacienda de la calle Reina Victoria, cambié de domicilio a otro piso de Vallecas. Tuve un parón laboral y entré a trabajar en las obras de la empresa Balsa en el hospital, entonces llamado, Primero de Octubre. Hubo elecciones en el sindicato vertical y me presenté dentro de la campaña por candidaturas unitarias y democráticas con la que practicábamos el entrismo. Fui elegido enlace y jurado de empresa. Empezaba otra vez a significarme, pero debía haber un gran descontrol en la brigada político-social por el caos de aquellos meses anteriores a la muerte de Franco y porque se palpaba el final de la dictadura.

En el plano político se notaba que los procesos se estaban acelerando. Fueron los días de la enfermedad de Franco y de los últimos y sangrientos coletazos de la dictadura con la ejecución de cinco personas miembros de ETA y del FRAP. Las sentencias no tuvieron ningún tipo de garantías procesales y los fusilamientos fueron un crimen de Estado, porque para Franco la guerra no había acabado. Nosotros hicimos asamblea y huelga en la obra el 27 de septiembre de 1975. Fue un paro desde la rabia por unos crímenes en los estertores del dictador que siguió matando hasta su último aliento.

El 20 de noviembre de 1975, a las 4:20 horas, murió el dictador. Hasta que se produjo el óbito, el país estuvo en vilo, fueron unas largas semanas de espera y de especulaciones. Objetivamente no es una buena noticia en sí misma que un tirano tan sanguinario muriese en la cama, pero se produjo una gran sensación de alivio, y eso sí era de celebrar.

Hubo largas colas de sus seguidores y de curiosos para ver la capilla ardiente instalada en el Palacio de Oriente. También hubo muchas celebraciones, pero privadas y discretas, aunque fueran con champán. El cadáver fue trasladado al Valle de los Caídos. Al funeral solo asistieron tres jefes de Estado: el dictador Augusto Pinochet, Hussein de Jordania y Raniero de Mónaco. Se declararon treinta días de luto nacional. El duelo era de los franquistas y la esperanza de los demócratas. Había una clara conciencia de que se cerraba la puerta del final de la dictadura y se abría otra hacia la España en libertad.

Ahora, se trataba de contestar a la pregunta: ¿después de Franco, qué? ¿franquismo o democracia? El país empezó a moverse: franquistas, élites y oposición antifranquista. Las iniciativas políticas y democráticas se multiplicaban. A partir de la Junta Democrática y de Coordinación Democrática se crearía la plataforma unitaria que conduciría las negociaciones con los herederos del régimen para pactar la transición a la democracia en una relación de fuerzas que, en el fondo, no era otra cosa que un juego de debilidades y de mutua supervivencia. 

Las movilizaciones empezaron muy pronto. Una marcha a la cárcel de Carabanchel el 27 de noviembre que reivindicaba la amnistía de los presos políticos, acabó con cargas policiales a caballo por los campos que rodeaban la cárcel y con detenidos. Fue tremendo correr por aquellos interminables sembrados de tierra húmeda que se pegaba a los zapatos, perseguidos por los centauros policiales armados de largos vergajos. Solo te podía salvar del golpe el innoble consuelo de que otro compañero corriera menos que tú. Aquella navidad del 75 fue extraña, muy tensa por los acontecimientos, pero cargada de ilusión.

Para que la transición se produjera se necesitaban movilizaciones. Pero no fueron nada espontáneas. Ya el 4 de junio de 1975 hubo una jornada de movilización en la que participaron unos 100.000 trabajadores. Resurgían las huelgas y conflictos tras un período de aparente calma, y reflejaban la existencia de organización, vanguardia y combatividad.

El año 1976 empezó con un movimiento huelguístico muy amplio y decisivo. Fue como si se destapara una olla exprés. Arrancó el Metro de Madrid con una asamblea en las cocheras de Plaza de Castilla de 4.000 trabajadores, que decidieron el 5 de enero de 1976 comenzar la huelga. Declarada ilegal, fue militarizada la plantilla, siendo sustituida en los puestos de conducción por militares. La firmeza de los huelguistas consiguió abrir negociaciones, sus reivindicaciones salariales y que no hubiera despidos. Una victoria que fue el pistoletazo de salida.

Al Metro le siguieron las huelgas de grandes empresas del metal como Standard Eléctrica-ITT, Chrysler España, Pegaso, Intelsa en Leganés, en Getafe John Deere, CASA, Kelvinator, Siemens y un largo etcétera. En seguida se incorporarían los trabajadores de Telefónica, de banca, seguros y artes gráficas… La construcción también saltamos a la huelga. La plataforma reivindicativa planteaba una fuerte subida salarial que iba en contra de la congelación impuesta por el Gobierno Arias y su ministro de Hacienda, Villar Mir, junto a la demanda de libertades democráticas, amnistía, legalización de los sindicatos. La huelga se fue generalizando hasta llegar a los 100.000 huelguistas. En la obra del Primero de Octubre, cada mañana celebrábamos una asamblea y salíamos en piquete para extender la huelga a toda obra que estuviera trabajando.

El movimiento huelguístico fue prácticamente general en Madrid: el 14 de enero hubo 400.000 huelguistas. No solo eran huelgas, sino marchas y manifestaciones que venían de la periferia hacia el centro de la ciudad y tomaban el espacio público. Era un ejercicio de conquista de las calles y con ellas de la libertad. Las huelgas terminaron con éxito. Se consiguieron fuertes subidas salariales del orden del 40%, que rompían los topes salariales, así como otras mejoras laborales, y que no hubiera despidos. No fue solo Madrid, las huelgas continuaron extendiéndose por el resto del país: en el País Vasco, Cataluña, Asturias, Andalucía, País Valenciá, etc. En el primer trimestre de 1976 hubo 17.455 huelgas según fuentes del Ministerio de Gobernación. Esa inmensa demostración de fuerzas ayudó a empujar la situación política de forma irreversible hacia la democracia, aunque el régimen seguía dando sus coletazos represivos y provocando muertos y detenciones.

Muchos sucesos empujaron el cambio, pero fueron determinantes las movilizaciones obreras y populares. Hicieron bueno aquello de que, si bien Franco murió en la cama, el franquismo murió en la calle. Aunque, visto lo que sucede ahora, habría que precisar que lo que murió fue la dictadura, no el franquismo que quedó amagado en los partidos de la derecha y en tribunales e instituciones para volver a aparecer en cuanto hubiera condiciones para poder hacerlo. Y en esas estamos, con la sensación de que las libertades que entonces tuvimos que conquistar, ahora tendremos que volver a defenderlas.

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