J.E. Rosenberg (PEOPLE’S WORLD), 18 de Noviembre de 2025
Michael Waltz (a la derecha), embajador de Estados Unidos ante las Naciones Unidas, junto con el embajador de Israel ante la ONU, Danny Danon. Ambos países lograron una importante victoria diplomática el lunes cuando el Consejo de Seguridad de la ONU respaldó el llamado «plan de paz de Trump» para Gaza. | Comunicado de prensa
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó el llamado “plan de paz de Trump” para Gaza. En una votación celebrada el 17 de noviembre, el organismo aprobó un proyecto de resolución presentado por Estados Unidos que respalda un marco integral de reconstrucción y gobernanza para la Franja de Gaza, incluyendo una “Fuerza de Estabilización” internacional y un órgano de gobierno provisional. Trece de los quince Estados miembros del Consejo de Seguridad votaron a favor, mientras que China y Rusia se abstuvieron.
A primera vista, la resolución parece ofrecer una “vía hacia la creación de un Estado palestino” y un mecanismo para sacar a Gaza de la ruina. Sin embargo, se requiere una lectura mucho más sobria: este es un ejemplo más de cómo potencias externas diseñan una “solución” para Palestina, con una mínima participación palestina, un amplio control estratégico estadounidense y la complicidad de Estados árabes que alguna vez se enorgullecieron de su solidaridad antiimperialista y panárabe.
La resolución autoriza:
- Un órgano de gobierno transitorio, la denominada “Junta de la Paz”, supervisará la reconstrucción, la gobernanza y la coordinación de los donantes en Gaza (con Estados Unidos al frente y el propio Donald Trump como presidente).
- Una “Fuerza Internacional de Estabilización” (FIE) autorizada a entrar en Gaza y asumir tareas de seguridad, control fronterizo y desmilitarización —bajo el mandato de la ONU, pero con un diseño dominado por el borrador estadounidense—.
- Una vaga “vía creíble” hacia la autodeterminación y la condición de Estado palestinos solo después de una “reforma” con parámetros establecidos de la Autoridad Palestina (AP) y un exitoso redesarrollo de Gaza.
- Las disposiciones para la retirada israelí están vinculadas a condiciones de desmilitarización e hitos de las Fuerzas de Seguridad Israelíes (FSI).
Si bien el plan puede parecer un paso adelante, en realidad está profundamente viciado.
- Autodeterminación diferida y condicional
El discurso sobre la creación de un Estado palestino no constituye un compromiso firme, sino un escenario condicional de «quizás finalmente se concrete». La Autoridad Palestina debe primero «reformarse» y Gaza debe ser «reconstruida» —ambos términos vagos— antes de que se active cualquier vía creíble hacia la creación de un Estado. Esto equivale a subordinar el derecho a la autodeterminación a criterios técnicos o administrativos definidos externamente, en lugar de reconocerlo como un derecho político e histórico. Esto, en la práctica, retrasa y diluye la principal demanda palestina: un Estado soberano e independiente, basado en la tierra, los recursos, los derechos de los refugiados y la igualdad política, y no sujeto a un régimen de «transición» impuesto por Estados Unidos y la ONU.
- Gobernanza mediante administración fiduciaria externa
En lugar de fortalecer directamente las instituciones palestinas, el plan coloca a Gaza bajo una especie de tutela: la Junta de la Paz y una fuerza internacional controlan los principales mecanismos de gobernanza y seguridad. La verdadera soberanía debe incluir la rendición de cuentas democrática, el control de la seguridad interna y las fronteras, y la capacidad de resistir la injerencia externa. Este modelo, en cambio, reproduce un esquema colonial: la rehabilitación del territorio bajo supervisión externa, no su liberación.
- La seguridad primero, los derechos después: la desmilitarización como condición previa
El mandato de las Fuerzas de Seguridad Iraquíes (FSI) incluye el desarme de Hamás y otros grupos armados, la seguridad de las fronteras y la supervisión de la desmilitarización. Sin embargo, una vez más, las cuestiones subyacentes de la ocupación, los asentamientos, el bloqueo, la asfixia económica de Gaza y el futuro de Cisjordania quedan relegadas a un segundo plano. Para muchos palestinos, la resistencia (militar o de otro tipo) se fundamenta en el contexto de vivir bajo la ocupación. Considerar el desarme como la condición previa para la creación de un Estado sin abordar la ocupación desde sus cimientos es empezar la casa por el tejado.
- Omisión de Cisjordania y fragmentación del sistema político palestino
Fundamentalmente, el plan se centra exclusivamente en Gaza; apenas se menciona cómo se logrará la unidad política entre Gaza y Cisjordania ni cómo se integrará plenamente la Autoridad Palestina. Francia lamentó que Cisjordania sea prácticamente ignorada. Esto refuerza la fragmentación de la sociedad palestina, socava una estrategia coherente de liberación nacional y corre el riesgo de convertir Gaza en una «zona piloto» separada bajo control internacional, mientras que Cisjordania permanece ocupada. Históricamente, esta fragmentación es precisamente lo que ha impedido la realización de la autodeterminación palestina.
- La complicidad de los estados árabes y la erosión de las credenciales antiimperialistas
Quizás lo más preocupante para la política regional es que varios estados árabes y de mayoría musulmana se adhirieron al plan (o a la declaración conjunta que lo respaldaba) junto con Estados Unidos, brindando así cobertura a una resolución que muchos palestinos consideran impuesta desde el exterior. Los gobiernos de Qatar, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Indonesia, Pakistán, Jordania y Turquía solicitaron la pronta adopción de la propuesta estadounidense.
Estos gobiernos, por lo tanto, han abandonado el lenguaje más contundente que exigían originalmente para la creación de un Estado palestino y han aceptado un compromiso diluido. Desde una perspectiva antiimperialista histórica, esto representa otro momento en el que estos gobiernos se comportan como socios secundarios en la estrategia estadounidense, en lugar de como defensores independientes de la liberación palestina.
En Palestina, la opinión entre las principales fuerzas políticas está dividida. La Autoridad Palestina apoyó la medida, mientras que Hamás rechazó lo que denominó un “mecanismo de tutela”.
Esta última resolución debe interpretarse en el contexto del Plan de Partición de Palestina de las Naciones Unidas (Resolución 181) de 1947. Esa decisión histórica, tomada por la ONU sin una auténtica participación palestina (los palestinos no eran un Estado miembro y sus líderes rechazaron el plan), sentó las bases para décadas de despojo, ocupación y conflicto.
El patrón es claro: un organismo internacional (la ONU) impone un marco estructural a Palestina (en 1947 y ahora en 2025) en el que actores estatales externos definen las reglas, las fronteras, la gobernanza y la “transición”, en lugar del propio pueblo palestino. Lo que cambió en 1947 no fue solo la partición, sino la idea de que los derechos palestinos podían subsumirse bajo una arquitectura diplomática internacional en lugar de lograrse mediante la autoliberación palestina.
Esta resolución actual reproduce esa arquitectura bajo un nuevo nombre: gobierno fiduciario, fuerza internacional, Estado condicional. La lección de 1947 sigue vigente: la imposición externa rara vez conduce a la justicia, la soberanía o la dignidad de los colonizados.
¿Qué significa esto de cara al futuro?
Riesgos de implementación : Sin un liderazgo palestino creíble y el consentimiento de la ciudadanía, la ISF y su Junta podrían carecer de legitimidad. Como se mencionó, las principales fuerzas políticas dentro de Palestina están divididas respecto al plan.
La consolidación como Estado se posterga : El camino hacia la consolidación como Estado es indefinido. Si no se cumplen los objetivos (definidos de forma vaga), Gaza corre el riesgo de quedar atrapada en un limbo permanente bajo la «estabilización» internacional, en lugar de avanzar hacia la plena soberanía.
Crisis de legitimidad palestina : Si la resolución procede sin la construcción de instituciones democráticas palestinas reales, Gaza podría verse gobernada por tecnócratas, administradores internacionales y tropas extranjeras, debilitando aún más la legitimidad popular del liderazgo palestino.
La fragmentación persiste : la marginación de Cisjordania y el aislamiento de Gaza como un proyecto aparte corren el riesgo de afianzar la división en la sociedad palestina y la desconexión geográfica entre Gaza y Cisjordania. Cabe destacar que Israel ha intensificado la limpieza étnica en Cisjordania y que los palestinos residentes en el territorio sufren cada vez más pogromos violentos a manos de colonos israelíes.
La aprobación por parte de la ONU de la hoja de ruta para Gaza propuesta por Estados Unidos no representa un triunfo de la autodeterminación palestina. Más bien, constituye una nueva manifestación del viejo patrón: marcos internacionales diseñados por las grandes potencias, apoyados (o tolerados) por los estados regionales, donde los palestinos vuelven a ocupar la posición de súbditos en lugar de ser actores soberanos.
Desde 1947 hasta 2025, el guion se ha repetido trágicamente. La promesa de un Estado, soberanía y dignidad sigue siendo condicional, condicionada y postergada. Si la liberación palestina ha de tener algún significado, debe exigir no solo «estabilización», sino control; no solo gobierno externo, sino autogobierno; no solo la posibilidad de un Estado, sino su ejercicio efectivo.
Para los palestinos, la resolución de la ONU no representa una victoria, sino una advertencia: existe el riesgo de que Gaza se convierta en una zona de tutela internacional en lugar de un territorio palestino plenamente soberano. Los estados árabes que antes clamaban por la solidaridad con Palestina y contra la injerencia imperialista ahora se adhieren en silencio. La ONU, concebida como un instrumento de justicia internacional, se convierte una vez más en un mecanismo para gestionar, en lugar de resolver, las herencias coloniales.
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