Dimitris Scarpalwezos (The Delphi Iniciative -Grecia-) 18/11/2025

La memoria de un pez dorado siempre ha sido el arma de la propaganda del régimen, y a menudo distinguidos comentaristas progresistas se aferran a esta memoria atrofiada para complacer tanto a los progresistas como a sus amos.
La guerra en Ucrania es un caso donde esta memoria atrofiada conduce a situaciones peligrosas para la supervivencia de la humanidad.
Cuando tenemos dos superpotencias nucleares, cada una teme la posibilidad de un “primer ataque”, es decir, un ataque que se llevaría a cabo de tal manera que destruyera el país e impidiera cualquier represalia.
Esta fue la razón principal por la que Estados Unidos no podía permitir misiles soviéticos en Cuba, y Rusia no puede tolerar la presencia de ejércitos de la OTAN en Ucrania y Georgia.
¡Esto deberían entenderlo quienes dicen preocuparse por la paz!
En el momento de la reunificación alemana, Estados Unidos prometió que la OTAN no se expandiría «ni un centímetro» hacia el este. Promesa que pronto incumplieron. La continua expansión de la OTAN hacia el este constituía una provocación para la seguridad de Rusia.
La decisión de la OTAN en 2008 de abrir la posibilidad de que Ucrania y Georgia se unieran a la OTAN estuvo al borde de una declaración de guerra.
Desde finales del siglo XX, los intelectuales neoconservadores estadounidenses han imaginado un conflicto entre Ucrania y Rusia con el fin de desmantelar o controlar a esta última.
No simpatizo con el gobierno autoritario y conservador de Putin, pero al menos él no acepta la colonización de su país.
En las últimas elecciones democráticas de Ucrania, sin «descomunización», sin batallones de asalto nacionalistas y sin la abolición de los partidos de oposición, el pueblo multiétnico de Ucrania eligió a Yanukóvich, cuyo programa prometía neutralidad entre la OTAN y Rusia y la protección de las minorías étnicas y lingüísticas. La mayoría del pueblo ucraniano optó por la neutralidad.
La subsecretaria de Estado estadounidense, Victoria Nuland, invirtió, según sus propias palabras, cinco mil millones de dólares para asegurar el éxito del derrocamiento en 2014 del presidente electo por parte del “movimiento” Maidan y con la ayuda de neonazis armados, a pesar de que la oposición y el gobierno habían acordado elecciones anticipadas.
Las dos medidas provocadoras del gobierno provisional formado bajo la supervisión de Nuland fueron la elevación del colaborador nazi y asesino antisemita Stepan Bandera a la categoría de héroe nacional y la deslegitimación del idioma ruso, lo que distanció a las provincias de habla rusa de Kiev (piénsese en la reacción en Ginebra, Suiza, si un gobierno nacionalista de habla alemana deslegitimara el francés).
Estas dos medidas fascistas desencadenaron la guerra civil, y los comentaristas “políticamente correctos” las silencian para no cuestionar su versión de los hechos.
La reconquista de las provincias rusas fue llevada a cabo principalmente por batallones neofascistas como el “AZOV”, con miles de víctimas entre la población desorganizada de habla rusa (el exministro de Educación francés, Luc Ferry, habló de seis mil víctimas, principalmente civiles desarmados, además de las más de diez mil víctimas de los bombardeos de las ciudades del Donbás rebelde).
Occidente saboteó los acuerdos de Minsk 2, que preveían la neutralidad del país y la autonomía de las repúblicas populares rebeldes de Donbás, aunque dentro del marco de Ucrania, y Merkel y Hollande explicaron que los firmaron como garantes únicamente para ganar tiempo para el rearme del régimen ucraniano.
Cuando comenzó la invasión rusa, Zelensky propuso en la primavera de 2022 un acuerdo que impondría la neutralidad al país, la protección de la minoría rusoparlante, la cesión de Crimea a Rusia según la decisión de su pueblo y un estatus autónomo para las dos “repúblicas populares” de Donbás.
Occidente intervino para evitarlo, lo que resultó en más de seiscientos mil ucranianos muertos y más de ciento cincuenta mil rusos en las trincheras, en una matanza de soldados que recordó a la Primera Guerra Mundial.
Hoy, bajo el amparo de Occidente, la heroización de Bandera y la deslegitimación del idioma ruso continúan en Ucrania.
Finalmente, en cuanto a la analogía errónea que se intenta establecer entre las víctimas de los bombardeos rusos y los israelíes en Gaza, debemos analizar algunas cifras.
En Ucrania, por cada diez soldados muertos en las trincheras, hay un civil desarmado muerto.
En Gaza, en cambio, hay más de diez civiles desarmados muertos por cada combatiente.
Y en todas las guerras de Occidente (Serbia, Irak, Libia, etc.), el número de civiles muertos supera con creces al de soldados muertos del “enemigo”.
La solidaridad “políticamente correcta” con el régimen de Ucrania, que oculta aspectos importantes de la realidad, puede convertirse en un arma de terror, ¡porque la continuación de la guerra con la participación activa y abierta de Occidente podría desembocar en un conflicto nuclear!
(*) Exprofesor de Matemáticas de la Universidad de París XII (Diderot)
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