Cade Dunbar (GLOBETROTTER), 18 de Noviembre de 2025

El viernes 17 de octubre de 2025, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo publicó la edición de 2025 de su Informe sobre el Índice de Pobreza Multidimensional. Por primera vez, el informe evalúa directamente sus datos sobre pobreza multidimensional en relación con los riesgos climáticos, poniendo de manifiesto hasta qué punto los pobres del mundo se ven amenazados por la crisis medioambiental. Según el PNUD, aproximadamente 887 millones de los 1100 millones de personas que viven en situación de pobreza multidimensional están expuestos a riesgos climáticos como el calor extremo, las inundaciones, la sequía y la contaminación atmosférica.
Del total, 651 millones se enfrentaban a dos o más riesgos, y 309 millones se enfrentaban a la “triple o cuádruple carga” de tres o cuatro riesgos superpuestos. El informe afirma que “responder a los riesgos superpuestos [pobreza y riesgos climáticos] requiere dar prioridad tanto a las personas como al planeta”; sin embargo, no especifica a qué personas y a qué planeta se debe dar prioridad. El informe carece de un diagnóstico claro.
Un nuevo dossier de Tricontinental expone la crisis climática como una crisis capitalista
Un nuevo dossier de Tricontinental: Instituto de Investigación Social, titulado La crisis medioambiental es una crisis capitalista, proporciona este diagnóstico que falta. Explora el carácter de clase de la crisis medioambiental y señala que, durante décadas, los principales organismos y organizaciones internacionales han buscado soluciones únicamente dentro del marco del capitalismo. Tanto el informe del PNUD como el nuevo dossier reconocen que la crisis climática y la pobreza no son cuestiones separadas, sino que están totalmente relacionadas.
Soluciones fallidas hasta el punto de lo absurdo
La próxima Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30), que se celebrará en Belém (Brasil), sitúa a la Amazonía en el centro del discurso medioambiental en 2025. El dossier utiliza esta región para exponer cómo los enfoques capitalistas, promovidos en esos foros, han fracasado sistemáticamente a la hora de abordar las raíces del colapso medioambiental.
El informe señala que el primer intento serio de establecer objetivos cuantitativos para la reducción de los gases de efecto invernadero (GEI) surgió de la COP 3 en 1997. Los objetivos de emisión del Protocolo de Kioto tenían por objeto reducir la contaminación atmosférica, pero se convirtieron en la base de una nueva forma de acumulación de capital a través de los denominados créditos de carbono. Estos créditos, que se negocian en las bolsas de valores, funcionan como una “licencia para contaminar”, ya que permiten a las empresas compensar sus emisiones invirtiendo en proyectos en otros lugares, a menudo en el Sur Global.
El fracaso de los sistemas de créditos de carbono y del “capitalismo verde” queda demostrado por el hecho innegable de que el cambio climático se intensifica y acelera año tras año. En Brasil, el capitalismo verde ha permitido que la agroindustria – la mayor fuente de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) del país – se erija en protagonista de la sostenibilidad. Mientras tanto, su modelo de producción, basado en “monocultivos a gran escala y pesticidas, sigue siendo uno de los más perjudiciales para el medio ambiente”. La industria adopta un discurso de sostenibilidad, a pesar de haber experimentado un aumento del 130% en las emisiones durante los últimos 20 años.
Como señala el informe, “empresas brasileñas como Suzano Papel e Celulose, la multinacional alimentaria JBS y la empresa minera Vale desempeñan un papel importante en los proyectos de ‘sostenibilidad’ y en el mercado del carbono. Para ellos, los programas de compensación se han convertido en una forma lucrativa de acumulación de capital”.
Un ejemplo importante del fracaso de este enfoque de compensación de carbono es el proyecto Maísa en Pará. Dirigido por la principal certificadora de carbono Verra, el proyecto se creó para preservar una extensión de 26.000 hectáreas de la selva amazónica. En cambio, la zona se convirtió en un yacimiento minero y, a principios de 2024, dieciséis trabajadores agrícolas fueron rescatados de condiciones comparables a la esclavitud. Este es precisamente el tipo de proyectos que utilizan gigantes transnacionales como iFood, Uber y Google para reivindicar sus credenciales ecológicas.
La lógica fundamental: clase, capital y una crisis de desigualdad
El dossier cuestiona directamente la noción despolitizada de la crisis medioambiental como “un problema para toda la humanidad, sin distinciones de clase”. Esta narrativa oculta la realidad de quiénes impulsan la crisis y quiénes sufren sus consecuencias.
Los datos son inequívocos. El informe señala que “el 10% más rico es responsable de casi veinte veces más emisiones que el 50% más pobre” y que “los veintitrés países más desarrollados representan la mitad de todas las emisiones de CO2 desde 1850”.
Los riesgos climáticos a los que se enfrentan los pobres del mundo, cuidadosamente descritos en el informe del PNUD, no son una injusticia fortuita. Son el resultado directo de la lógica central de la acumulación de capital que persiguen las clases dominantes del Norte y del Sur globales. El informe del PNUD describe el sur de Asia y el África subsahariana como las regiones más expuestas a los riesgos climáticos. Esta concentración geográfica refleja directamente la historia del saqueo imperialista. Las consecuencias de las emisiones históricas del Norte Global recaen sobre las masas del Sur Global.
Soluciones verdaderas desde abajo
El informe analiza las limitaciones de las Conferencias de las Partes (COP) y no espera ningún avance sustancial de la treintava conferencia. Sin embargo, reconoce que los movimientos populares la están utilizando para presionar a sus gobiernos a fin de “garantizar una agenda mínima que haga responsables a las clases sociales y a los países más responsables de la contaminación”.
El dossier demuestra que los intereses del capital están en contradicción directa con los intereses del medio ambiente y de los seres humanos que lo habitan. Una agenda capaz de resolver la crisis medioambiental debe “desafiar la lógica del capital, basada en la explotación del trabajo de la clase obrera y el saqueo del Sur Global”.
El dossier ilustra que el fracaso hasta ahora para abordar adecuadamente la crisis se debe al carácter de clase de las instituciones y organismos en el poder. Abordarla “es tarea de las clases trabajadoras rurales y urbanas”. El informe proclama que “debemos crear otra forma de producir y reproducir la vida, basada en relaciones saludables entre los seres humanos y el medio ambiente y construida a través de la organización popular. Este camino hacia adelante debe exponer a los verdaderos culpables de la crisis y promover propuestas que prioricen todas las formas de vida por encima de las ganancias”.
Con ese fin, Tricontinental, en colaboración con el Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST) de Brasil, elaboró una “Agenda mínima para hacer frente a la crisis medioambiental”. Esta agenda integral será leída y debatida por organizaciones de todo el mundo en el período previo a la COP30. Iniciativas como estas demuestran que los casi mil millones de personas del Sur Global que se enfrentan a los peligros climáticos no esperarán a que el Norte Global les dé soluciones. En este momento, están impulsando la agenda para el cambio que necesitan las personas y el planeta.
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