Gaceta Crítica

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Cómo entiende Hungría la política de Rusia hacia Ucrania.

Peter G. Feher (Asia Times), 30 de Octubre de 2025

Washington no comprende las acciones de Moscú porque la mentalidad política de cada nación, incluida la de Estados Unidos, está arraigada en su historia.

Vladimir Putin es ampliamente incomprendido en Occidente.

NOTA DEL EDITOR: Peter G. Feher, periodista húngaro residente en Budapest, escribe para Magyar Hírlap (Gaceta Húngara). Actualmente cubre Europa Central, el grupo de Visegrado, los Balcanes, Ucrania y Turquía.

Lamentablemente, la cumbre de Budapest entre el presidente estadounidense Donald Trump y el presidente ruso Vladimir Putin fue cancelada. El motivo es que Moscú insistió en varias exigencias que no pueden cumplirse en la situación actual.0

La elección del lugar no fue casual, ya que el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, mantiene buenas relaciones personales con ambos jefes de Estado. Este hecho pone de manifiesto que, desde Europa Central, fronteriza con Ucrania, juzgamos el comportamiento de Rusia de forma distinta a como lo hace la élite europea.

Por lo tanto, ahora examinaremos las razones del comportamiento intransigente de los rusos desde la perspectiva húngara.

Rusia se ha mantenido firme e insiste en que, en el futuro, ninguna tropa de la OTAN —ni siquiera en misiones de paz— podrá estar estacionada en Ucrania. Según el Kremlin, esto supondría una amenaza potencial para su seguridad.

Otra exigencia de Moscú es que todo el territorio de Donbás —incluidas las zonas no habitadas por rusos— se incorpore a Rusia. Argumentan que esto se debe a razones geoestratégicas.

En tercer lugar, el Kremlin se niega a aceptar un alto el fuego incondicional, pues teme que Ucrania lo utilice para ganar tiempo en preparativos militares. Afirma que cualquier tregua solo sería posible si Rusia recibiera garantías de que no se reanudarían los combates.

Los responsables políticos estadounidenses no comprenden el comportamiento de Moscú. En este artículo, intentamos explicar los factores que subyacen al pensamiento ruso. Washington no logra comprender las acciones de Moscú porque la mentalidad política de cada nación —incluida la de Estados Unidos— está arraigada en su historia.

Estados Unidos es un país de inmigrantes, con muchos ciudadanos altamente cualificados de ascendencia rusa, lo que hace aún más desconcertante que a estas personas rara vez se les dé la oportunidad de influir en la política estadounidense. Al fin y al cabo, a los rusos no se les puede comprender desde la comodidad de una oficina con aire acondicionado frente a una pantalla de ordenador.

Mediante algunos ejemplos seleccionados, expondremos los hechos históricos que fundamentan la actual ideología rusa. Nos centraremos exclusivamente en Europa Occidental, por ser esta región la más relevante en el contexto de la guerra en Ucrania.

En 1612, la Unión Polaco-Lituana atacó a Rusia, y en 1741 Suecia hizo lo propio. Posteriormente, en 1756, el Imperio zarista se vio envuelto en varios conflictos militares con la dinastía prusiana Hohenzollern, que más tarde gobernaría el Imperio alemán unificado.

Rusia también libró varias guerras en las fronteras orientales de Europa Occidental, entre las que destaca la invasión napoleónica de 1812, durante la cual el ejército francés incluso capturó Moscú. Avanzando en el tiempo, en 1941, la Alemania nazi lanzó un nuevo ataque contra Rusia.

Así pues, en todos estos casos, Rusia se enfrentó a una amenaza militar proveniente de Occidente. Tras cada una de estas guerras, Rusia logró expandirse ligeramente hacia el oeste; quizá no de inmediato, pero a largo plazo, el resultado solía favorecer a los rusos.

Todos los ataques contra Rusia estuvieron motivados por la inmensa riqueza del imperio en recursos minerales y vastas extensiones de tierras fértiles —activos que las potencias occidentales, impulsadas por una mentalidad colonial, buscaban apoderarse—.

Consideremos lo siguiente: durante la Segunda Guerra Mundial, la Alemania nazi saqueó una parte importante de sus suministros de alimentos de Rusia y también obtuvo gran parte de su petróleo de allí.

En todos los casos, los agresores de Europa Occidental asumieron que Rusia estaba tecnológicamente atrasada, económicamente subdesarrollada, incapaz de resolver problemas logísticos debido a sus enormes distancias y carente de tecnología occidental avanzada; por lo tanto, que podía ser derrotada.

En lo que respecta a la actual guerra en Ucrania, Occidente —quizás con la excepción de Estados Unidos— vuelve a aplicar los mismos prejuicios hacia Rusia. Todos estos intentos a lo largo de la historia han fracasado.

Para comprender mejor la situación actual, es imprescindible mencionar al zar Pedro el Grande, quien gobernó de 1682 a 1721. Pedro fue el gobernante que inició la modernización de Rusia. Como dijo Henry Kissinger: «Rusia ha sido parte integral de Europa durante trescientos años».

El zar no solo modernizó su país, sino que también legó a sus sucesores una doctrina perdurable —en términos modernos, geoestratégica—. Según esta doctrina, Rusia solo estará segura cuando todos los países fronterizos sean amigos, es decir, estén bajo su influencia.

Analicemos un mapa político de hace aproximadamente tres décadas y media. A lo largo de las fronteras orientales de la entonces Unión Soviética, Moscú tenía sus estados satélite: Polonia, Checoslovaquia, Hungría y Rumania. (Bulgaria y Alemania Oriental también pertenecían al bloque comunista, pero no tenían frontera con la URSS). Stalin formuló este principio durante la Segunda Guerra Mundial: «La gran potencia que ocupa una parte de Europa traerá consigo su propio sistema social».

Como podemos observar, la seguridad territorial —mantener a los potenciales enemigos lejos de sus fronteras— siempre ha sido una prioridad para Moscú. Por ello, Rusia se niega a permitir el despliegue de tropas de la OTAN en Ucrania bajo ninguna circunstancia.

Pero, ¿qué tiene esto que ver con la anexión de todo Donbás?

El Donbás y las regiones adyacentes del sur y noreste proporcionan a Rusia una conexión terrestre con la península de Crimea. Crimea reviste una inmensa importancia estratégica para Moscú, sobre todo porque Sebastopol alberga el cuartel general de la Flota rusa del Mar Negro.

Aunque la atención se centra actualmente en Donbás, resulta difícil imaginar —dada la importancia de ese corredor terrestre— que Moscú esté dispuesto a ceder los territorios circundantes. En cuanto a Crimea, el Kremlin se niega incluso a discutir su estatus.

Llegamos ahora a la cuestión más delicada: ¿por qué Rusia desconfía tanto del Occidente global?

A principios de diciembre de 1989, en vísperas de los cambios de régimen en Europa del Este, el presidente estadounidense George H.W. Bush y el líder soviético Mijaíl Gorbachov se reunieron en Malta. Según la versión rusa, acordaron que la Unión Soviética no interferiría en las transiciones de Europa del Este, mientras que Estados Unidos, a cambio, se abstendría de extender la influencia de la OTAN hacia el este.

Bush y Gorbachov se reúnen en Malta.

Washington afirmó posteriormente que no se había hecho tal promesa firme. Nunca se publicó una transcripción oficial de la reunión. Sin embargo, considerando la doctrina de Pedro el Grande, es difícil imaginar que Gorbachov hubiera abandonado la mesa de negociaciones sin recibir algún tipo de garantía contra la expansión de la OTAN hacia el este. Sea cual sea la verdad, Moscú se siente engañado.

Hoy en día, casi todos los países de Europa del Este —e incluso las tres antiguas repúblicas bálticas soviéticas, Lituania, Letonia y Estonia— son miembros de la OTAN.

La desconfianza de Rusia hacia Occidente se profundizó aún más en febrero de 2014, cuando la entonces administración estadounidense y la Unión Europea ayudaron a orquestar un golpe de Estado contra el presidente ucraniano legítimamente elegido, Viktor Yanukovych, quien huyó a Rusia.

El trasfondo de esta toma del poder inconstitucional fue que Yanukóvich, en el último momento, se negó a firmar el Acuerdo de Asociación UE-Ucrania y, en cambio, se inclinó hacia Moscú.

Víktor Yanukóvich y Vladímir Putin

A partir de ese momento, las potencias occidentales comenzaron a preparar a Ucrania para la guerra contra Rusia. La propia excanciller alemana Angela Merkel lo admitió posteriormente en una entrevista concedida en diciembre de 2022 al semanario alemán Die Zeit, afirmando que las negociaciones de Minsk —destinadas a poner fin a la guerra en el Donbás y en las que participaron Alemania, Francia, Rusia y Ucrania— simplemente sirvieron para ganar tiempo y que Ucrania se fortaleciera y se preparara.

Ante esto, Putin comentó: “Tomamos la decisión correcta”. El presidente ruso quiso decir que, al lanzar el ataque, se habían adelantado a la plena preparación militar de Ucrania.

La siguiente etapa en la pérdida de confianza de Rusia hacia Occidente se produjo en Estambul a finales de marzo de 2022. Allí, negociadores rusos y ucranianos alcanzaron un acuerdo de alto el fuego e incluso rubricaron el documento. Pero a principios de abril, el primer ministro británico, Boris Johnson, llegó a Kiev y ordenó a Zelensky que continuara la guerra.

¿Cuál es el objetivo de Occidente global al emprender una guerra contra Rusia?

Hace un año, Kaja Kallas, entonces primera ministra de Estonia y ahora alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, dio una respuesta clara. Afirmó inequívocamente que el objetivo es dividir Rusia en estados más pequeños, lo que, en su opinión, incluso presentaría ciertas ventajas.

Por lo tanto, quien se siente a negociar con los rusos debe comprender a fondo todo lo anterior. No se llegará a ningún acuerdo hasta que el Kremlin reciba garantías firmes de que su territorio es seguro.

Tampoco debería esperarse que Moscú ponga fin a la guerra debido a posibles graves dificultades financieras. La capacidad de resistencia de la sociedad rusa es mucho mayor de lo que el pensamiento occidental, con sus ingenuidades, quisiera creer.

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