Gaceta Crítica

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Los llamados mercados ignoran el avance comercial entre Estados Unidos y China.

Nigel Green (ASIA TIMES), 19 de Septiembre de 2025

La fijación en la confrontación ciega a los inversores y les impide avanzar hacia una distensión en la que ambas partes puedan reivindicar la victoria en la guerra comercial.

El impulso exportador de China a Estados Unidos está en pleno apogeo antes de que entren en vigor los aranceles. Ilustración: iStock
Estados Unidos y China están más cerca de un acuerdo comercial de lo que los inversores y los mercados parecen percibir. Ilustración: Archivos de Asia Times / iStock

Sorprendentemente, los inversores de todo el mundo han ignorado en gran medida el buen ánimo que emana de las negociaciones comerciales entre Estados Unidos y China. Los mercados en general aún no han descontado el potencial alcista.

Esta complacencia es sorprendente en un momento en que las dos mayores economías avanzan hacia un acuerdo comercial que promete grandes ganancias en ambos lados del Pacífico.

El secretario del Tesoro, Scott Bessent, y el representante comercial, Jamieson Greer, llevan meses en conversaciones intermitentes con Pekín. Sin embargo, esta última ronda, programada para este fin de semana en España, se percibe diferente. 

Una tregua arancelaria recíproca se extiende hasta noviembre. Temas delicados, como las transferencias de tecnología, el exceso de capacidad industrial y las normas de datos, finalmente se abordan en detalle. 

El déficit comercial de Estados Unidos con China, que se situó cerca de los 300.000 millones de dólares el año pasado, se ha reducido ligeramente a 128.000 millones de dólares hasta julio, y los funcionarios pronostican una disminución de al menos el 30% para 2025 y una mayor contracción en 2026.

Sin embargo, los inversores globales siguen anclados en una narrativa de confrontación interminable, manteniendo su efectivo y activos refugio como si la única postura racional fuera la defensiva. Esto subestima los incentivos que ahora impulsan a Washington y Pekín hacia una política expansiva.

Para Estados Unidos, el cálculo político es claro. El presidente Donald Trump se enfrenta a unas elecciones intermedias en 2026 con un electorado aún sensible a los precios. 

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La flexibilización de las amenazas arancelarias ayuda a contener la inflación y ofrece a las empresas estadounidenses una visión más clara de los costos de los insumos. Los fabricantes estadounidenses se benefician cuando se disipa la incertidumbre en la cadena de suministro. Y los exportadores —desde productos agrícolas hasta maquinaria de alta gama— desean menos barreras al mercado chino. 

Un acuerdo creíble ofrecería a la Casa Blanca una victoria económica tangible sin tener que recortar drásticamente la política monetaria. La Reserva Federal de Estados Unidos redujo ayer los tipos de interés en 25 puntos básicos, y se prevén dos recortes más de 25 puntos para finales de este año.

China tiene mucho que ganar. La demanda interna es débil, el sector inmobiliario sigue bajo presión y las salidas de capital se han acelerado. 

Asegurar un acceso confiable al mercado estadounidense estabiliza el empleo en las industrias exportadoras y fomenta la recaudación fiscal. La estabilidad política es fundamental para el liderazgo de Pekín, y los avances en el comercio ayudan a tranquilizar a los ciudadanos e inversores de que los objetivos de crecimiento siguen siendo alcanzables.

Este interés mutuo explica por qué las negociaciones son cada vez más productivas. El propio Bessent ha señalado que cada reunión aporta más sustancia. Esta realidad desmiente la afirmación, tan de moda, de que las conversaciones comerciales entre Estados Unidos y China son pura farsa.

Los inversores que desestiman estos acontecimientos pasan por alto una importante asimetría. Los riesgos a la baja, como nuevos aranceles y perturbaciones en la cadena de suministro, son bien conocidos y ya están descontados en los mercados. Las ventajas de un acuerdo, incluso parcial, no lo están. 

Un menor riesgo arancelario disminuiría los costos globales de envío y logística, aliviaría la presión inflacionaria en todo el mundo y estimularía el gasto de capital que ha estado congelado durante años.

Los mercados que dependen del libre comercio se beneficiarían de inmediato. La manufactura avanzada, los semiconductores, la minería y el procesamiento de tierras raras y la infraestructura energética podrían experimentar una revalorización positiva. Las economías asiáticas integradas en las cadenas de suministro de China+1 se beneficiarían a medida que las empresas invirtieran con mayor confianza.

La cautelosa respuesta hasta ahora refleja más la costumbre que el análisis. Años de confrontación han acostumbrado a los inversores a esperar colapsos. Pero la evidencia sobre el terreno está cambiando. 

Los pedidos de bienes de capital básicos en EE. UU. están aumentando, lo que indica que las empresas creen que el entorno comercial se estabilizará pronto. Las multinacionales están diseñando redes de suministro que asumen menos shocks repentinos.

Las naciones de la ASEAN están atrayendo una inversión extranjera récord a medida que la producción se diversifica pero sigue vinculada a China, una señal de planificación a largo plazo, no de pánico.

El simbolismo político de un acuerdo también importa. Para Washington, demostraría que una negociación rigurosa puede dar resultados sin una escalada perpetua. Para Pekín, demostraría un liderazgo pragmático capaz de equilibrar el orgullo nacional con la necesidad económica.

Cada gobierno obtiene una narrativa de competencia antes de alcanzar hitos internos críticos.

Nada de esto sugiere una solución fácil y generalizada. La verificación y el cumplimiento de cualquier acuerdo serán cruciales. Los mercados deberían analizar con atención los compromisos escritos sobre aranceles, salvaguardias tecnológicas y subsidios industriales. 

La participación de los aliados, en particular de la Unión Europea y de las principales economías asiáticas, determinará la durabilidad de cualquier acuerdo entre Estados Unidos y China. 

Sin embargo, esperar la perfección antes de reasignar capital es en sí mismo una apuesta especulativa. La oportunidad no reside en la retirada, sino en una reactivación inteligente.

La próxima fase del crecimiento global podría construirse sobre la base de un acuerdo pragmático entre Washington y Beijing. 

Aquellos que estén dispuestos a reconocer que un acuerdo comercial no es una concesión de una de las partes sino un beneficio mutuo para las dos economías más grandes del mundo estarán en la mejor posición para capturar potencialmente las recompensas cuando el pesimismo dé paso al progreso.

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