Gaceta Crítica

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El precio de Gaza para la imagen de Israel

Domingo Amuchastegui (La jóven Cuba), 24 de Junio de 202

La ya interminable guerra de exterminio desatada por Israel tras la incursión de la organización palestina Hamás el 7 de octubre de 2023 suscitó —como nunca antes— masivas y múltiples manifestaciones de apoyo a la causa palestina en las principales capitales de Europa Occidental y de los EEUU. Notable ha sido el activismo estudiantil solidario en numerosas y muy prestigiosas universidades en este último país, destacándose, entre otras Harvard y Columbia. A eso le ha las múltiples críticas a Israel por violar el acuerdo del cese al fuego de enero, y los impedimentos de dejar pasar ayuda humanitaria y alimentos.

El apoyo que hemos visto a la causa palestina en los últimos tiempos ha sido inédita, y no solo porque esta vez esté más presente y más visible por las potencialidades de las redes sociales, sino por otras razones. Consideremos los siguientes elementos: 

a. Las potencias occidentales se alinearon siempre del lado de Israel y sus aparatos mediáticos crearon siempre una imagen favorable a ese país. El lobby judío-sionista en EEUU —particularmente poderoso e influyente en todas las esferas— desempeñó un papel crucial en todo ello;

b. La imagen del país pequeño y democrático (Israel) enfrentado al Mundo Árabe compuesto por monarquías reaccionarias y gobiernos corruptos, concitaba todo tipo de simpatías a favor de Israel, además del legado propagandístico en torno al Holocausto de los judíos en Europa durante la IIGM y que buscaba —y todavía intenta— justificar todas las acciones militares que emprendidas por el Estado sionista de Israel;  

c. Las sucesivas derrotas árabes reforzaban la imagen «justiciera» del Estado de Israel; 

d. El protagonismo de las monarquías y gobiernos árabes, que en no pocas ocasiones han optado por anular la identidad y personalidad propia de la causa palestina, manteniéndolos bajo el estigma de refugiados en campos de refugiados, buscando mantener viva la causa palestina como herramienta política, pero sin resolver su situación humana, por ejemplo, preocupándose por brindar garantías permanentes a los palestinos que residen en otros países.

e. Todo esto comienza a modificarse lentamente a favor de los palestinos luego de la Guerra de junio de 1967, cuando la resistencia palestina comienza un lento y complejo proceso de formación de su propia identidad política como alternativa legítima de los palestinos (lucha de las primeras organizaciones y figuras palestinas independientes como Al Fatah, Yasser Arafat, la OLP, Frente Popular y otras junto con las dos grandes rebeliones masivas conocidas como Intifada). 

El auge solidario en el mundo occidental, y en especial en EEUU, ha llevado a la maquinaria política-mediática y de los gobiernos aliados de Israel, así como al gobierno del actual primer ministro, Benjamín Netayahu, de echar mano a un argumento con la pretensión de anular este inusitado clímax solidario: el de que tales acciones a favor de los palestinos son de carácter antisemita, o sea, acciones contra los judíos. Esto apela a la retórica post II GM para justificar la creación del Estado de Israel, pero nada más alejado de la realidad.

Cualquier observación cuidadosa de las manifestaciones pro-palestinas organizadas en los últimos tiempos no encontrará consignas, acciones ni reclamos anti-judíos. Dominan las consignas contrarias a Israel y su política de agresión, contra el sionismo (proyecto ideológico y político surgido a fines del siglo XIX entre los sectores judíos aliados al gran capital británico representado por los Rorthschild, que promocionaba el establecimiento de un Estado judío en la región histórica de Palestina), contra el gobierno de Netayahu, y de apoyo a la causa palestina. Muy notable han sido los reclamos a favor de la creación de un Estado palestino, tal cual lo definió las Naciones Unidas desde sus orígenes en 1947.  Nada de esto es, por definición y práctica, ser anti-judío ni practicar el antisemitismo.

El sionismo y sus ideólogos fabricaron el estereotipo de que los judíos de hoy son los descendientes de uno de los hijos de Noé (el famoso personaje del mitológico biblíco relato del Arca de Noé) llamado Sem (según pasajes bíblicos del Antiguo Testamento de la Biblia) y de su derivación hacia el término semítico que identifica el tronco lingüístico común del hebreo, pero también del árabe y el arameo. Esto «hermana» a judíos, árabes y arameos en sus orígenes más remotos. El uso y abuso propagandístico del antisemitsimo, lo caracteriza hoy la Enciclopedia Británica como un término «obsoleto».

Desde muy temprano en la Edad Media quien fabricó el odio y las persecuciones contra los judíos fue la iglesia católica y su institución papal. El concepto y la práctica discriminatoria del ghetto fue inventado y fomentado por la misma iglesia católica durante siglos. Las cruzadas europeas en su marcha por Europa hacia Jerusalén arrasaban a su paso con cuanta comunidad judía se encontraban. La mal llamada Reconquista por los Reyes Católicos de España (término muy cuestionado por un creciente número de historiadores españoles) supuso la represión y expulsión de los judíos sefarditas de España. Los pogromos (masacres en masa de comunidades judías de origen hazaro) no fue obra de árabes y musulmanes, sino del muy sacrosanto imperio zarista de Rusia.

No es ocioso recordar que durante muchos siglos las relaciones entre judíos y árabes y musulmanes fueron armoniosas (España recién produjo un excelente documental sobre este tema bajo el título de Coexistencia), que expulsados de España encontraron asilo y apoyo entre los pueblos árabes y musulmanes hasta los inicios del siglo XX. No es tampoco ocioso recordar que bajo los sultanatos turco-otomanos, las comunidades judías fueron reconocidas y respetadas, sumando no pocos judíos al aparato estatal otomano. La irrupción del proyecto británico-sionista de implantar un Estado judío en tierras de Palestina como importante paso en su penetración y dominio de la región, marcan la ruptura de esa relación armónica y produce los niveles de conflictos que hasta hoy dominan el escenario meso oriental.

El autor de estas líneas visitó en misión oficial gran parte de esa región en los meses y semanas anteriores a la guerra de junio de 1967. Desde Egipto hasta Yemen, desde Marruecos hasta Iraq era posible encontrar comunidades compuestas por decenas de miles de judíos, así como sus sinagogas, en las que practicaban libremente sus cultos. No se observaba ninguna hostilidad anti-judía, ni marcados sentimientos anti-norteamericanos, ni acciones terroristas contra estos, salvo los rencores por los sucesos de 1947-1948 y la agresión a Egipto de 1956. Todo esto entra en crisis y la totalidad de la región registra una espiral de hostilidad, violencia y conflicto hasta hoy a partir de la agresión israelí contra Egipto, Siria y Jordania en junio de 1967 y la aplastante derrota de los gobiernos árabes de estos tres países.

La hostilidad hacia el Estado de Israel y sus agresiones, hacia la ideología sionista, hacia sus pretensiones expansionistas y anexionistas maduraron aceleradamente. En esos años no se magnificaba el término de antisemitismo ni nada parecido. Nunca la cultura política occidental ni sus dominantes medios hablaban de un evidente «anti-arabismo» o «anti-islamismo» de parte de Israel y sus soportes occidentales; solo cuando era útil echaban mano al término de antisemitismo. Precisamente es lo que hacen ahora para intentar descalificar las protestas contra la guerra de exterminio desatada por Israel contra los palestinos tanto en Gaza como en la margen occidental del rio Jordán, con la explícita intención de lograr la anexión total de la margen occidental y de Gaza. Pero esta vez la batalla mediática y de imagen política no ha podido ganarla Israel, muy a pesar de sus esfuerzos publicitarios con la manipulación del término antisemitismo.

Un último aspecto a considerar es el inicio o causa de la etapa actual del conflicto. Israel y sus aliados insisten en argumentar que fue el ataque del 7 de octubre de 2023 lanzado por Hamás lo que llevó a este último a desatar la guerra. Responsabilizar a Hamás ha sido en los últimos tiempos un argumento clave, que intenta disimular toda una historia de agresiones anteriores. Esto no significa que las acciones de Hamás que han causado muertes de civiles sean justificables, pero sin duda no puede compararse la fuerza militar del ejército israelí, con las capacidades mucho menos de Hamás. Las cifras de muertes a manos de Israel en Gaza son más que prueba suficiente.

No obstante, es indispensable considerar la siguiente reconstrucción cuidadosa de los antecedentes de Hamás:

1. Es un movimiento de resistencia islámica fundado a fines de 1987 como subproducto de la primera gran rebelión palestina conocida como Intifada, que pronto derrota a la OLP en las elecciones celebradas en ese territorio palestino. Su brazo armado son las Brigadas Qassam. Una figura dirigente clave y fuente de inspiración por su prédica del islam fue el jeque (dirigente) Ahmed Ismael Hassan Yasin, de enorme respaldo popular. Yassin fue asesinado por Israel en marzo del 2004, con el repetido intento de dejar el movimiento sin liderazgo.

2. Al 7 de octubre le antecede un historial de agresiones de Israel contra la población palestina en Gaza y la margen occidental, que siguieron a la Intifada de 1987:

a. 2008-2009. Agresión israelí con una duración de 23 días

b. 2012. Duración 12 días

c. 2014 Duración 50 días

d. 2021 Duración 11 días

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Miles de palestinos fueron masacrados en el curso de cada una de esas operaciones. Téngase en cuenta que la Margen Occidental en 1967 era un territorio palestino sin población judía alguna. Hoy más de 500 mil judíos se han establecido como colonos que han arrebatado las mejores tierras de manos de los palestinos, y que asesinan a cientos impunemente.

Frente a este escenario, el creciente apoyo solidario a la causa palestina en amplios sectores de la opinión pública mundial —particularmente en el ámbito académico y juvenil— ha erosionado de forma significativa la imagen internacional de Israel. La narrativa que por décadas presentó al Estado israelí como una víctima solitaria rodeada de enemigos ha perdido fuerza ante las imágenes de destrucción, muerte y desplazamiento masivo en Gaza. Cada vez más voces denuncian los crímenes de guerra y la ocupación como una realidad incompatible con los valores democráticos que Israel dice defender. Lejos de ser una ola de antisemitismo, este despertar solidario expresa un reclamo ético por justicia, dignidad y autodeterminación para el pueblo palestino.

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