Reseña del Blog Desarrollo Esquivo sobre el nuevo libro de Michael Roberts y Guglielmo Carchedi, 15 de Noviembre de 2024

LA TEORÍA DEL VALOR DE MARX EN UNA NUEVA ERA
El capitalismo en el siglo XXI a través del prisma del valor, de Guglielmo Carchedi y Michael Roberts, pretende explicar el capitalismo del siglo XXI a través de la teoría del valor de Marx, en línea con esfuerzos como El valor de todo (2018) de Mazzucato para reintroducir la teoría del valor en el discurso general. Sin embargo, a diferencia de las obras que rechazan la teoría del valor-trabajo, Carchedi y Roberts basan su análisis en la teoría del valor de Marx en el capitalismo. Profundizan en aspectos críticos del capitalismo moderno, incluido el valor de la naturaleza, la relación entre el valor y el dinero, y las divisiones primarias dentro del capitalismo, como las crisis y el imperialismo. La fortaleza del libro radica en su investigación original, en particular en los capítulos sobre la teoría basada en el valor de la inflación y el imperialismo económico. Además, aborda cuestiones contemporáneas como la COVID-19, examinando cómo se manifiesta la ley del valor durante las crisis.
Los autores investigan la extracción de plusvalía, tanto a nivel nacional como internacional, y las estrategias que utilizan los capitalistas para contrarrestar la caída de la tasa de ganancia. Exponen cómo los conceptos erróneos y las distorsiones del capitalismo moderno suelen explotarse para proteger los intereses del capital, en particular a expensas del trabajo.
VALOR, PRECIO Y COSTOS ECOLÓGICOS DE LA ACUMULACIÓN DE CAPITAL
El libro comienza abordando cómo el capitalismo altera la relación entre los seres humanos y la naturaleza. Basándose en la teoría marxista del valor, los autores critican métodos como las cuentas de capital natural (CNC), argumentando que no logran medir con precisión la riqueza natural debido a una confusión fundamental entre valor y precio. Mientras los bienes naturales no sean transacciones de mercado, su valor no puede estimarse con precisión, de manera similar a cómo el PIB requiere imputaciones de hasta el 30% de los bienes y servicios.
El capitalismo busca reducir la proporción de capital circulante en relación con el capital fijo, reduciendo el valor de los insumos y expandiendo la producción de mercancías. El capítulo demuestra cómo las revoluciones energéticas han facilitado nuevas oleadas de acumulación al reducir los costos fijos del capital y la composición orgánica del capital.
La investigación original muestra una fuerte correlación entre las emisiones de carbono y las ganancias, lo que sugiere que un crecimiento más rápido de las ganancias conduce a un aumento de las emisiones. El capítulo critica las soluciones climáticas basadas en el mercado, argumentando que fracasan porque la mitigación no es rentable para las empresas. El movimiento decrecentista también es criticado por carecer de una perspectiva de clase y de una teoría ecológica de la acumulación capitalista.
Los autores concluyen que el crecimiento controlado y planificado bajo el socialismo, con los productores controlando la producción, es necesario para reducir la producción ecológicamente destructiva y al mismo tiempo mejorar los sectores centrados en el bienestar humano y la regeneración ecológica.
Desafiando la sabiduría convencional: la TMM, las criptomonedas y la inflación
Este capítulo examina críticamente la relación entre el valor y el dinero, comenzando con una crítica de la teoría monetaria moderna (TMM). Los autores sostienen que la TMM pasa por alto el papel fundamental del valor en la existencia del dinero y no tiene en cuenta la naturaleza del capitalismo, creando un mundo económico ficticio. Mientras que Marx ve el dinero como una representación del trabajo y el valor abstractos, la TMM lo ve como un producto estatal, confundiendo el dinero con el crédito/deuda.
Se critica la suposición de la TMM de que el Estado puede crear dinero sin límites, ya que ignora la necesidad de la producción para aumentar el valor del dinero. El capítulo sostiene que las ganancias impulsan la inversión, no al revés, y que el ahorro privado posibilita los déficits gubernamentales. Los autores sostienen que la TMM beneficia a los países ricos a través del señoreaje monetario, mientras que las economías más pequeñas corren el riesgo de sufrir hiperinflación si se imprime dinero en exceso.
El capítulo también cuestiona si las criptomonedas como el bitcoin pueden desafiar al capitalismo, señalando su naturaleza especulativa y su funcionalidad limitada como dinero. El bitcoin no es una moneda confiable porque carece de estabilidad como reserva de valor, medio de intercambio y unidad de cuenta.
Los autores introducen la tasa de inflación de valor (VRI, por sus siglas en inglés) como una medida alternativa de la inflación y concluyen que los cambios en la VRI explican más de un tercio de las variaciones del IPC en los EE. UU. entre 1960 y 2018. Sugieren utilizar este indicador para proteger el poder adquisitivo de los trabajadores en las negociaciones salariales. Esta perspectiva marxista sobre la inflación está ganando terreno más allá de los círculos tradicionales, como se ve en el trabajo de economistas como Isabella Weber, que explora conceptos como la “greedflation” (Weber y Wasner, 2023).
LA TEORÍA DE LA CRISIS Y EL IMPERIALISMO ECONÓMICO DE MARX
Carchedi y Roberts analizan la teoría de las crisis de Marx y atribuyen las crisis capitalistas a la caída tendencial de la tasa de ganancia, que implica tendencias y contratendencias. Utilizando estadísticas de inversión y ganancias corporativas de Estados Unidos, muestran que cada crisis posterior a la Segunda Guerra Mundial siguió a un pico en las tasas de ganancia, lo que llevó al colapso de la inversión. Los autores rechazan el subconsumo como causa de la crisis y señalan que 11 de las 12 crisis posteriores a la Segunda Guerra Mundial fueron precedidas por un aumento de los salarios.
Las crisis económicas se originan en la disminución de la capacidad de valorización del capital debido a la caída de la rentabilidad, pero la explotación imperialista de la periferia capitalista puede ampliar este espacio. Los autores definen la explotación imperialista como la apropiación neta a largo plazo de plusvalía por parte de los países de alta tecnología de los países de baja tecnología, a través de canales como el señoreaje monetario, los flujos de ingresos de inversión, el intercambio comercial desigual y las variaciones del tipo de cambio.
Basándose en investigaciones anteriores (Carchedi y Roberts, 2021), presentan una teoría del intercambio desigual y concluyen que, entre 1950 y 2019, la transferencia anual de plusvalía de los países dominados a los imperialistas promedió el 1% del PIB. Medida en relación con las ganancias anuales de exportación, esta transferencia representó más del 40% de las ganancias de los países imperialistas. Los autores critican la tesis de superexplotación de Marini y se oponen al uso de categorías como Norte/Sur, argumentando que desvían el foco de atención de la explotación a la pobreza y socavan la solidaridad mundial de los trabajadores.
En cuanto a China, los autores concluyen que no es un país imperialista, ya que las transferencias de plusvalía de China al bloque imperialista han promediado entre el 5 y el 10% de su PIB desde la década de 1990. Aunque algunos marxistas caracterizan a China como “un imperio en formación” (Katz, 2022), Carchedi y Roberts la ven como parte del bloque dominado. Señalan que las economías emergentes solo pueden desarrollarse aumentando la productividad con tecnologías eficientes, a las que los países imperialistas siempre se opondrán, como se ve en los esfuerzos por estrangular la industria china de chips (Umbach, 2024).
EL CAMINO AL SOCIALISMO DEMOCRÁTICO (NO A UNA SOCIEDAD DE ROBOT)
En los capítulos finales, Carchedi y Roberts analizan cómo la mecanización progresiva y la robotización pueden afectar el futuro y por qué el socialismo es la única alternativa al capitalismo. Sostienen que los robots y la inteligencia artificial, si bien reducen los costos laborales, no eliminan las contradicciones capitalistas, sino que pueden intensificar las crisis y la desigualdad.
Los autores destacan la materialidad y la naturaleza clasista de la producción de conocimiento en el capitalismo, y sostienen que incluso en una sociedad de la información resurgirían las antiguas características del capitalismo. Insisten en que una sociedad con un mínimo de trabajo humano y sin pobreza requiere un cambio hacia la propiedad común, y abogan por el socialismo democrático. Carchedi y Roberts describen un marco analítico para una economía de transición, aplicándolo a la Unión Soviética y a China.
En este trabajo se aborda brevemente el tema del capitalismo de Estado, que suele mencionarse para describir los sistemas socioeconómicos de ambos países (URSS y China). Este punto de vista era popular entre los economistas yugoslavos, que describían la economía soviética como “estatismo” (Horvat, 1982), más afín al capitalismo de Estado que al verdadero socialismo. Sin embargo, Carchedi y Roberts sostienen que el concepto de “capitalismo de Estado” no puede aplicarse a la Unión Soviética porque no había competencia capitalista y la asignación de recursos no se dejaba a la decisión de los capitales individuales.
Pero ¿qué ocurre con China? Si bien reconocen los importantes elementos capitalistas de la economía china, sostienen que el sector estatal y la planificación económica representan elementos socialistas cruciales para sus políticas industriales. Por lo tanto, no están de acuerdo con la opinión de que China es un país capitalista (Milanović, 2019), pero describen a China como una “transición atrapada”, donde las acumulaciones capitalistas y socialistas compiten, lo que conduce a un desarrollo inconsistente.
Los autores sostienen que la planificación social puede ser racional, eficiente y democrática, y examinan modelos como la coordinación negociada y la economía participativa, que se asemejan al socialismo de autogestión yugoslavo. A pesar de su fracaso en Yugoslavia, la viabilidad de este modelo en circunstancias diferentes sigue siendo objeto de debate. Algunos radicales afirman que era simplemente capitalismo disfrazado de socialismo (Katalenac, 2013), pero una visión más aceptada sugiere que Yugoslavia fracasó debido a una dependencia inadecuada del mercado y un equilibrio deficiente entre autogestión y gobernanza (Estrin, 1991). Branko Horvat (2001) culpa a la reforma de 1976 de reducir la autogestión a una fachada dos décadas antes de que Yugoslavia colapsara. El concepto de autogestión cooperativa ha resurgido en la economía dominante, incluso dentro de los marcos capitalistas (Piketty, 2020), lo que sugiere que aún puede tener potencial y que es demasiado pronto para enterrar este concepto para siempre.
En conclusión, el libro de Carchedi y Roberts puede leerse abordando individualmente los principales problemas del capitalismo contemporáneo o de manera transversal como una colección de técnicas de análisis del valor aplicadas al capitalismo moderno. Así, se aplica un análisis de la rentabilidad para comprender el impulso capitalista al uso intensivo de los recursos naturales para reducir el costo de las materias primas. El mismo enfoque, pero en su forma cíclica, se utiliza para explicar las crisis periódicas de la producción capitalista a medida que cae la tasa promedio de ganancia. La apropiación de plusvalía como mecanismo para contrarrestar la tendencia decreciente de la tasa de ganancia desempeña un papel importante en la explicación del imperialismo económico y las relaciones de dependencia en el sistema-mundo capitalista. El libro demuestra efectivamente la versatilidad, la relevancia continua y el valor de la teoría marxista del valor (juego de palabras intencionado), contribuyendo significativamente al renacimiento marxista en economía.
GACETA CRÍTICA, 15 DE NOVIEMBRE DE 2024
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