Gaceta Crítica

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Construir un planeta de paz es lo único realista que se puede hacer hoy.

VIJAY PRASHAD (HISTORIADOR Y PERIODISTA MARXISTA INDIO) Publicado en el Boletín 28 del Instituto TRICONTINENTAL de Investigación Social, 16 de Julio de 2024

Hay momentos en la vida en los que uno quiere dejar de lado la complejidad y volver a la esencia de las cosas. La semana pasada, estaba en un barco en el mar Caribe, viajando desde Isla Grande hacia el continente de Colombia, cuando comenzó a llover intensamente. Aunque nuestro barco era modesto, corrimos un peligro mínimo con Ever de la Rosa Morales, un líder de la comunidad afrocolombiana de las veintisiete islas del Rosario (ubicadas frente a la costa de Cartagena), al timón. Durante el aguacero, una gama de emociones humanas se apoderaron de mí, desde el miedo hasta la euforia. La lluvia estaba relacionada con el huracán Beryl, una tormenta que golpeó Jamaica con un nivel de categoría cuatro (la más alta que ha experimentado el país) y luego se dirigió hacia México con una ferocidad más moderada.

El poeta haitiano Frankétienne canta sobre el «dialecto de los huracanes lunáticos», la «locura de los vientos que chocan» y la «histeria del mar rugiente». Son frases adecuadas para describir la forma en que experimentamos el poder de la naturaleza, un poder que se ha redoblado como resultado del daño que le ha infligido el capitalismo. El Quinto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático sugiere que el Atlántico Norte ha experimentado casi con certeza huracanes más fuertes y frecuentes desde la década de 1970. Los científicos dicen que las emisiones de gases de efecto invernadero a largo plazo han provocado un calentamiento de las aguas oceánicas, que absorben más humedad y energía y dan lugar a vientos más fuertes y más lluvias.

En la Isla Grande, donde los piratas solían esconder su botín y adonde huyeron los africanos que escapaban de la esclavitud hace más de quinientos años, los residentes celebraron una asamblea a principios de julio para discutir la necesidad de una planta eléctrica que beneficiaría a los isleños. La asamblea es parte de una larga lucha que finalmente les permitió permanecer en estas islas, a pesar del intento de la oligarquía colombiana de desalojarlos en 1984, y logró sacar al rico propietario de la mejor tierra de la Isla Grande, sobre la que construyeron el pueblo de Orika a través de un proceso llamado minga (solidaridad comunitaria). Su Junta de Acción Comunal , que lideró la lucha para defender su tierra, ahora se llama Consejo Comunitario de las Islas del Rosario. Parte de ese consejo celebró la asamblea, un ejemplo de la minga permanente .

La isla está unida por este espíritu de minga y por los manglares, que preservan el hábitat de la crecida de las aguas. Los residentes reunidos saben que deben ampliar su capacidad eléctrica, no sólo para promover el ecoturismo, sino también para su propio consumo. Pero ¿cómo pueden generar electricidad en estas pequeñas islas?

El día de las lluvias, el presidente colombiano Gustavo Petro visitó la localidad de Sabanalarga (Atlántico) para inaugurar el Bosque Solar Colombia, un complejo de cinco parques solares con una capacidad de 100 megavatios. Este parque beneficiará a 400.000 colombianos y reducirá las emisiones de CO2 en 110.212 toneladas anuales , lo que equivale a 4,3 millones de viajes en automóvil desde Barranquilla a Cartagena. En este evento, Petro hizo un llamado a los alcaldes del Caribe colombiano para que construyan parques solares de diez megavatios por municipio, reduzcan las tarifas eléctricas, descarbonicen la economía y promuevan el desarrollo sostenible. Esta es quizás la solución más concreta hasta el momento para las islas, cuyas costas están siendo erosionadas por la crecida de las aguas.

Marisa Darasavath (República Democrática Popular Lao), pintura al óleo n.º 7 , 2013.

Mientras Petro hablaba en Sabanalarga, pensé en su discurso ante las Naciones Unidas el año pasado, donde pidió a los líderes mundiales que honraran la «crisis de la vida» y resolvieran nuestros problemas juntos en lugar de «perder el tiempo matándonos unos a otros». En ese discurso, Petro describió líricamente la situación en 2070, dentro de cuarenta y seis años. En ese año, dijo, los frondosos bosques de Colombia se convertirán en desiertos y «la gente irá al norte, ya no atraída por las lentejuelas de la riqueza, sino por algo más simple y vital: el agua». «Miles de millones», dijo, «desafiarán a los ejércitos y cambiarán la Tierra» mientras viajan para encontrar las fuentes de agua restantes.

Hay que evitar una distopía de ese tipo. Para ello, dijo Petro, como mínimo hay que proporcionar financiación suficiente a los diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), establecidos por un tratado en 2015. Si bien todo el proceso de desarrollo de estos ODS estuvo plagado de problemas, incluida la forma en que desarticulan cuestiones que están inextricablemente conectadas (la pobreza y el agua, por ejemplo), su existencia y aceptación por parte de los gobiernos del mundo brinda una oportunidad para insistir en que se los tome en serio. El 8 de julio, el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas inauguró el Foro Político de Alto Nivel sobre el Desarrollo Sostenible de 2024, que durará diez días. La brecha entre los fondos prometidos para alcanzar los ODS y la cantidad real proporcionada para implementar el programa en los países en desarrollo es ahora de 4 billones de dólares por año (frente a los 2,5 billones de dólares de 2019). Sin financiación suficiente, es poco probable que este foro tenga algún resultado significativo.

Abdelaziz Gorgi (Túnez), Les Joueuses de Cartes (‘Los jugadores de cartas’), 1973.

En previsión del foro, la ONU publicó el Informe sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2024 , que muestra que solo se han logrado avances «mínimos o moderados» en casi la mitad de las diecisiete metas, y más de un tercio se han estancado o han retrocedido. Si bien el primer objetivo de desarrollo sostenible es erradicar la pobreza, por ejemplo, el informe señala que «la tasa mundial de pobreza extrema aumentó en 2020 por primera vez en décadas», y que para 2030, al menos 590 millones de personas estarán en situación de pobreza extrema y menos de uno de cada tres países reducirá la pobreza nacional a la mitad. De manera similar, si bien el segundo objetivo es acabar con el hambre, en 2022 una de cada diez personas enfrentaba el hambre, 2.400 millones de personas padecían inseguridad alimentaria moderada o grave y 148 millones de niños menores de cinco años sufrían retraso del crecimiento. Estos dos objetivos, acabar con la pobreza y acabar con el hambre, son quizás los que cuentan con el mayor consenso mundial. Y, sin embargo, estamos muy lejos de cumplir incluso una interpretación modesta de estos objetivos. Poner fin a la pobreza y al hambre también ayudaría al quinto ODS, la igualdad de género, ya que reduciría la mayor carga de trabajo de cuidados que recae mayoritariamente sobre las mujeres, quienes en gran medida soportan el peso de las políticas de austeridad.

Como decía el presidente Petro, hay una «crisis de vida». Parece que preferimos la muerte a la vida. Cada año gastamos más y más en el ejército mundial. En 2022, esa cifra ascendía a 2,87 billones de dólares , casi la cantidad necesaria para financiar los diecisiete ODS durante un año. Es curioso cómo los defensores de un planeta en guerra afirman que son realistas, mientras que quienes quieren un planeta de paz son vistos como idealistas; sin embargo, en realidad, quienes quieren un planeta de guerra son exterminadores, mientras que quienes abogamos por un planeta de paz somos los únicos realistas posibles. La realidad exige paz en lugar de guerra, gastando nuestros preciosos recursos en resolver nuestros problemas comunes, como el cambio climático, la pobreza, el hambre y el analfabetismo, por encima de todo.

En septiembre de 2023, un mes antes de que comenzara el actual ataque genocida contra Gaza, Petro pidió a la ONU que patrocinara dos conferencias de paz, una para Ucrania y otra para Palestina. Si puede haber paz en estos dos puntos conflictivos, dijo Petro , «nos enseñarán a hacer la paz en todas las regiones del planeta». Esta sugerencia perfectamente razonable fue ignorada entonces y lo es ahora. Sin embargo, esto no impidió que Petro organizara un gran concierto latinoamericano por la paz en Palestina a principios de julio.

Rosângela Rennó (Brasil), de la serie Río-Montevideo, 2016.

Hay locura en nuestras decisiones. Los ingresos de los cinco principales traficantes de armas en 2022 (todos ellos con sede en Estados Unidos) fueron de alrededor de 276.000 millones de dólares , una cifra que debería ser un reproche permanente a la humanidad. Israel ha lanzado aproximadamente 13.050 bombas tontas MK-84 sobre Gaza, que tienen una capacidad explosiva de 2.000 libras (unos 900 kg) por bomba. Cada una de estas bombas cuesta 16.000 dólares, lo que significa que las bombas ya lanzadas han costado más de 200 millones de dólares en total. Es extraño que los mismos gobiernos que suministran a Israel estas bombas y que le dan cobertura política (incluido Estados Unidos) luego se den la vuelta y financien a la ONU para que desmantele las bombas sin explotar de Gaza durante la pausa entre los bombardeos. Mientras tanto, la ayuda para el socorro y el desarrollo en el territorio palestino ocupado (que incluye Gaza) no ha superado los cientos de millones, en un buen año. Más gasto en armas, menos gasto en vida: la fealdad de nuestra humanidad necesita ser transformada.

Mohamed Sulaiman (Sahara Occidental), Red Liberty , 2014.

El joven artista Mohamed Sulaiman creció en Argelia, en el campo de refugiados de Smara, donde viven los desplazados del Sahara Occidental. Después de estudiar en la Universidad de Batna, en Argelia, Sulaiman regresó al campo para crear arte basado en tradiciones caligráficas que utilizan las historias orales del pueblo saharaui, así como poemas de escritores árabes contemporáneos. En 2016, Sulaiman fundó el Motif Art Studio , construido con materiales reciclados para asemejarse a las casas tradicionales del desierto. En su estudio, que abrió en 2017, Sulaiman cuelga Red Liberty , que lleva un verso del poeta egipcio Ahmad Shawqi (1868-1932): «La libertad roja tiene una puerta, a la que tocan todas las manos manchadas de sangre». El verso proviene de «La difícil situación de Damasco», un poema que reflexiona sobre la destrucción francesa de Damasco en 1916 como venganza por la revuelta árabe. El poema resume no sólo la fealdad de la guerra, sino también la promesa de un futuro:

Las patrias tienen una mano que ya les ha prestado un favor y con la que todos los pueblos libres tienen una deuda.

La mano ensangrentada es la mano de quienes lucharon antes que nosotros por construir un mundo mejor, muchos de los cuales perecieron en esa lucha. Con ellos y con las generaciones futuras tenemos una deuda. Debemos convertir esta “crisis de la vida” en una oportunidad para “vivir lejos del apocalipsis y de los tiempos de extinción”, como dijo Petro el año pasado; “un hermoso horizonte [se abre] en medio de la tormenta y la oscuridad de hoy, un horizonte que sabe a esperanza”.

GACETA CRÍTICA, 16 DE JULIO DE 2024

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