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Fuerzas Armadas de Estados Unidos: ¿Listas para la guerra? 

Fuerzas Armadas de Estados Unidos: ¿Listas para la guerra?  (II)

Sergio Rodríguez.Experto en Geopolítica y relaciones internacionales

El 14 de diciembre se anunció que el Senado de los Estados Unidos aprobó la Ley de Autorización de Defensa Nacional (NDAA), instrumento que establece el gasto y las políticas del Departamento de Defensa del país, facultando al El Pentágono gastará una cifra récord de 886 mil millones de dólares para el año fiscal 2024.

Ahora la iniciativa será considerada por la Cámara de Representantes. El documento contempla gastos como la compra de barcos, municiones y aviones, así como ayuda militar a Ucrania y medidas destinadas a contrarrestar la influencia de China en el Pacífico. Sin embargo, la cifra es falsa, porque en realidad es mucho mayor.

Durante décadas, investigadores independientes han afirmado que el gasto militar real de Estados Unidos es aproximadamente el doble de lo reconocido oficialmente. En 2022, el gasto militar real de Estados Unidos alcanzó los 1,537 billones de dólares, duplicando los 877 mil millones de dólares reportados públicamente. Estos datos se obtienen a partir de cifras de la Oficina de Gestión y Presupuesto de los Estados Unidos (OMB).

Pero se enfrentan a una trampa porque adolecen de dos deficiencias importantes. En primer lugar, las cifras proporcionadas por la OMB sobre el “gasto de defensa” son sustancialmente más bajas que las proporcionadas en las Cuentas Nacionales de Ingreso y Producto (NIPA) de los Estados Unidos, la fuente más completa y definitiva sobre el ingreso y el gasto nacional del país, hasta el punto de que es la base total del análisis de la economía estadounidense.

En segundo lugar, como es bien sabido, áreas clave del gasto militar estadounidense están incluidas en otras partes del gasto federal y no entran en la categoría de “gasto en defensa” de la OMB. A esa cantidad habría que sumarle los gastos espaciales federales y el total real de los subsidios a países extranjeros. También se debe considerar el seguro médico militar (que consiste en pagos por servicios médicos para dependientes del personal militar en servicio activo en instalaciones no militares).

Según un estudio para la revista Monthly Review de Gisela Cernadas, economista de la Universidad Nacional de La Plata en Argentina y John Bellamy Foster, profesor emérito de sociología de la Universidad de Oregon en Estados Unidos, estas cifras también deberían incluir beneficios, seguros de vida y otros costos para veteranos, seguro médico militar, partes militares de gastos espaciales, subvenciones de ayuda a otros gobiernos y la proporción de intereses netos atribuidos a gastos militares federales reales.

En cualquier caso, el gasto militar declarado por Estados Unidos es tres veces el de China ($292 mil millones) y 10 veces el de Rusia ($86,4 mil millones). De hecho, el gasto militar estadounidense es casi igual al de los 10 países que le siguen en la tabla, incluidos Rusia, China e India, sus aliados de la OTAN, el Reino Unido, Francia, Alemania e Italia, así como Japón, Corea del Sur y Sur y Ucrania.

Dicho esto, no es el gasto lo que mide la eficiencia de las fuerzas armadas en el planeta. En el caso de Estados Unidos, tal situación también tiene otra perspectiva, si se considera que la fabricación de armas es el principal componente de su debilitada economía. De esta manera, el aumento de su gasto militar y la presión para que sus aliados lo imiten está directamente relacionado con la necesidad de salvaguardar el potencial económico y la estabilidad del país.

De tal manera que hacer la guerra o generar conflictos responde a una necesidad vital del poder político y económico en EEUU. La paz es considerada un enemigo de su economía. Así se desprende de las declaraciones de James O’Brien, subsecretario de Estado para Asuntos Europeos y Euroasiáticos, durante una audiencia del Comité de Relaciones Exteriores del Senado sobre la financiación a Ucrania, quien admitió que el conflicto armado en ese país apunta en esa dirección. O’Brien dijo: “La batalla por Ucrania también nos permite revitalizar nuestra propia base industrial. Estamos creando nuevas tecnologías energéticas y poniéndolas en práctica en todo el mundo. Estamos construyendo nuevas tecnologías de defensa”.

Esta afirmación coincide con la información de que los pedidos militares para Ucrania han aumentado los ingresos de los principales contratistas de defensa estadounidenses, como Lockheed Martin, General Dynamics, Raytheon Technologies Corporation (RTX), Boeing y Northrop Grumman, entre otros.

Fue el propio presidente Joe Biden quien vino a corroborar la valoración de O’Brien. Al instar al Congreso a aprobar un presupuesto de ayuda de guerra para Ucrania e Israel, el presidente utilizó el mismo argumento que su funcionario, revelando lo que hasta ahora era un “secreto” en el país: la importante dependencia de su economía de las guerras. En este sentido, Biden fue incluso más explícito que O’Brien: “Enviamos a Ucrania equipos que están en nuestros arsenales. Y cuando usamos el dinero aprobado por el Congreso, lo usamos para reponer nuestras propias reservas, nuestros arsenales, con nuevo equipo, equipo que defiende a Estados Unidos y que se fabrica en Estados Unidos”. Y explicó: “…misiles Patriot para baterías antiaéreas fabricados en Arizona; municiones de artillería fabricadas en 12 estados de todo el país [incluidos] Pensilvania, Ohio y Texas”.

Por su parte, el Wall Street Journal recoge declaraciones de Jason Aiken, director financiero de General Dynamics, quien comentó que la guerra en Ucrania ya había aumentado la demanda de los productos de la compañía. Aiken señaló que creía “que la situación israelí sólo ejercerá una presión aún mayor sobre esa demanda”. Asimismo, William D. Hartung, investigador principal y especialista en el complejo industrial militar del Instituto Quincy de Washington, explicó que los mayores contratistas militares del país “no existirían sin un flujo constante de financiación del Pentágono”. Y para que no queden dudas, puso el ejemplo de Lockheed Martin, que recibe el 73% de sus ingresos por ventas a través de contratos con el gobierno de Estados Unidos. Remató su idea afirmando que no se trataba de empresas capitalistas en el sentido tradicional.

De esta manera, quedó expuesto con expresa autenticidad el macabro vínculo entre guerra y economía que sustenta la existencia de Estados Unidos en su devenir cotidiano. Aunque también necesita demostrar liderazgo para mantener su hegemonía. En este sentido, el secretario de Defensa, Lloyd Austin, aseguró que los problemas actuales sólo “empeorarán” sin un liderazgo estadounidense “fuerte y firme”.

Austin, quien tras retirarse del servicio activo en las fuerzas armadas en 2016 pasó a ser miembro de la junta directiva de Raytheon Technologies, Nucor y Tenet Healthcare, emite periódicamente opiniones encaminadas a incrementar las ventas en el Complejo Industrial Militar. Así, el 2 de diciembre, durante su discurso en el Foro de Defensa Nacional Reagan en California, afirmó que “sólo un país en la Tierra puede ofrecer el tipo de liderazgo que este momento exige”. Ese país, según él, es Estados Unidos.

Este fue el contexto en el que Austin lanzó lo que llamó “el esfuerzo de modernización [de las fuerzas armadas] más ambicioso en casi 40 años”, consistente en una inversión de unos 50 mil millones de dólares en la base industrial de defensa. Esto, según él, dará al país norteamericano una “máxima ventaja estratégica que ningún competidor puede igualar”. Pero, como se está volviendo común entre los líderes políticos de Washington, este anuncio no podría hacerse sin la retórica que ha caracterizado a la nación imperial desde su mismo nacimiento: “El ejército estadounidense es la fuerza de combate más letal en la historia de la humanidad. Y así seguiremos. No debemos dar a nuestros amigos, rivales o enemigos ningún motivo para dudar de la determinación de Estados Unidos.

Por supuesto, Austin ahora habla como funcionario público y empleado de grandes contratistas militares. El dinero le hizo olvidar sus “cualidades militares” y ahora expresa deseos que la realidad niega. Un solo misil hipersónico ruso puede arruinar sus sueños de grandeza.

Son las propias fuentes americanas las que se encargan de refutar las quimeras del secretario Austin. De la lectura de un borrador de la primera “Estrategia Nacional de la Industria de Defensa”, citado por el servicio de noticias estadounidense “Politico” el 2 de diciembre, se desprende que el complejo industrial militar (MIC) de Estados Unidos tiene problemas para alcanzar el ritmo y la capacidad de respuesta que le permitan mantenerse por delante de China.

El documento señala la incapacidad de la base industrial estadounidense para satisfacer las demandas a la velocidad y escala necesarias. Añade que tampoco podrían responder “a un conflicto moderno con la velocidad, escala y flexibilidad necesarias para satisfacer las demandas dinámicas de un conflicto mayor”. Ucrania está a la vista.

El informe expone la imposibilidad [del CMI] de fabricar las armas solicitadas con la velocidad deseada, lo que estaría provocando un desajuste que representa “un riesgo estratégico” para Estados Unidos a medida que el país se ve involucrado en un número cada vez mayor de conflictos, particularmente en el “Indo-Pacífico”.

Según el estudio, la operación militar rusa en Ucrania y el conflicto entre Israel y el movimiento palestino Hamas “pusieron al descubierto un conjunto diferente de demandas industriales con los riesgos correspondientes”, dejando claro que las insuficientes capacidades de producción y suministro son ahora problemas profundamente arraigados. niveles de las cadenas de suministro de fabricación.

En lo que va de siglo, las fuerzas armadas de Estados Unidos han estado involucradas en varias guerras, las han perdido todas a pesar de que hasta el conflicto de Ucrania no habían puesto a prueba su potencial militar. Contundentes intervenciones en Irak, Afganistán, Siria, Somalia y Libia han estado selladas con derrotas, destrucción de países y un sinfín de presencias militares intervencionistas que desgastaron a Washington sin poder obtener resultados tangibles que le reportaran éxitos estratégicos.

En todos los casos, Estados Unidos arrastró a sus aliados a la confrontación con países del sur, con un bajo nivel de desarrollo y economías limitadas. Pese a ello, un breve panorama muestra que ni en Asia Central, ni en Asia Occidental, ni en África han obtenido victorias palpables que hubieran podido cambiar la correlación global de fuerzas a su favor.

Pero cuando Washington lanzó la OTAN contra Rusia utilizando a Ucrania para hacerlo, se hizo evidente su incapacidad para obtener victorias estratégicas. Por el contrario, su economía se ha debilitado aún más, su capacidad de maniobra diplomática ha sido limitada, el potencial para generar seguridad y confianza en sus aliados ha disminuido y sus habituales instrumentos de presión: el chantaje, las amenazas, la soberbia y la intimidación han perdido. eficacia ante la creciente decisión de las personas de seguir un camino diferente.

Todo el potencial militar de Estados Unidos –que, como se ha demostrado en este trabajo– es aún enorme, no es suficiente para emprender una guerra importante y tener éxito en ella. Esta ecuación que avanza bajo la sombra de los misiles hipersónicos y que planea sobre Estados Unidos el espectro de su destrucción total en caso de desencadenarse una guerra atómica, podría ser un poderoso instrumento que lleve a los tomadores de decisiones en Washington a desistir del supuesto de eso es posible obtener una victoria estratégica que certifique que “la historia había terminado” con el dominio absoluto del capitalismo y de Estados Unidos sobre este planeta.

Eso ya no será posible.

GACETA CRÍTICA, 4 de enero de 2024

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